Era legítimo suponer, que tras el fervor emocional inicial por la elección del carismático presidente Obama en Estados Unidos, este entusiasmo cedería el terreno a una mayor templanza en las apreciaciones, e incluso un cierto desencanto, una vez asumido el poder por Obama y comprendido por todos que un país como el suyo no cambia de la noche a la mañana.

Nada parece, sin embargo, más lejos de la realidad. Obama no ha dejado de sorprender desde que ha tomando las riendas de la presidencia, con numerosas iniciativas que son especialmente bienvenidas desde una óptica de progreso. Algunas sólo habían sido ideas y reflexiones, que ni siquiera habían tomado la forma de promesas electorales y ahora salen a la luz con pompa y fuerza; otras están emergiendo con discreción. Pero, en conjunto, muestran una voluntad fuerte de responder a las expectativas del electorado estadounidense e incluso ir más allá.

Dejando aparte las medidas económicas para paliar la gran crisis económica actual, sobre las que se ha descargado ya mucha tinta, y que dada la magnitud del problema han ocupado la mayor parte del tiempo presidencial hasta ahora, un par de iniciativas recientes, una de orden interno al país y apenas advertida y la otra internacional y mucho más destacada en la prensa revelan, a guisa de ejemplo, no sólo el cambio de talante sino también el gran impacto que la presidencia de Obama puede tener en su país y en el resto del mundo.

De la primera iniciativa, Obama no ha sido protagonista directo pero emana de su administración y sería impensable concebir que no tuviese su claro apoyo propio. Precisamente porque, tras la modestia aparente de su naturaleza, es un amago de lo que puede ocurrir con una de las políticas sociales más controvertidas tanto en su país como en la comunidad internacional. Es la decisión realista de dejar de penalizar criminalmente el uso médico de la marihuana, cuyos beneficios en paliar ciertas enfermedades co-mo la arterioescleorosis y las consecuencias de ciertos tratamientos como la quimioterapia, son ampliamente reconocidas por amplios sectores médicos y sociales y sin embargo eran perseguidas hasta ahora por el Gobierno Federal incluso en estados como California donde su prescripción médica era legal.

Aunque es una medida de orden marginal dentro de la problemática general de cómo enfrentarse más eficazmente con los problemas de adicción a las drogas, muestra sin embargo un doble talante positivo. Por un lado, la voluntad de tratar la problemática de la adicción, como se hace de manera creciente en Europa, y tal como Obama ya había pedido en su campaña electoral, como un problema que sobre todo es de salud pública más que de orden público. Por otro lado, la intención de reflexionar, sin prejuicios y basándose en la evidencia empírica, sobre cómo es más eficaz atajar el problema de las drogas.

La otra iniciativa ha tenido un mayor eco mediático, aunque tal vez sin el empaque debido a su trascendental importancia histórica, cuyo reconocimiento será mayor con el paso del tiempo. Ha sido la oferta que Obama ha lanzado de eliminar el riesgo de las armas nucleares, a través de la contracción del arsenal nuclear, la prohibición de pruebas nucleares y la cesación de producción de material atómico, que durante décadas ha sido, y hoy sigue siendo, el riesgo mayor, y más inmediato que el cambio climático, con el que se enfrenta la humanidad. Pues, como el propio Obama dijo en su histórico discurso de Praga, aunque el riesgo de una guerra nuclear ha disminuido, el riesgo de un ataque nuclear ha aumentado.

Indudablemente, el objetivo de una desnuclearización militar global es de largo plazo (el propio Obama ha reconocido que no se alcanzará posiblemente durante su vida) y habrá que convencer a muchos para llegar a él. Ahora bien, el arrojo con que Obama ha defendido la obligación moral de Estados Unidos de liderar un proceso de este tipo, cuando están pendientes los flecos de Corea del Norte y de Irán, cuando en su país aparecer como blando en defensa está muy mal visto por el electorado y cuando la prensa y políticos conservadores han criticado ferozmente la iniciativa, son señales inequívocas de que más allá del carisma, hay mucha sustancia en el nuevo presidente norteamericano. Estados Unidos está cambiando a mejor.

*Jefe adjunto de Coordinación y Análisis. DG de Relaciones Exteriores de la Comisión Europea