Hogar, dulce hogar! Tal fue nuestro sentimiento al regresar a la tierra donde, casualmente, nacimos. Agosto, en su sazón, como también nuestras inigualables, tradicionales y cultas fiestas estivales, que, de año en año, golpe a golpe, vaquilla a vaquilla, viento a viento, sangría a sangría, heridos (o muertos) a heridos, botellón a botellón, se superan merced a las nuevas generaciones de jóvenes con anhelos de enriquecerlas todavía más.

Uno de los acontecimientos festeros más considerables tuvo lugar cuando varias decenas de clavarios de la Divina Aurora de Benifaió asaltaron la piscina municipal de Almussafes. Se lanzaron vestidos a la piscina, «con gran cantidad de barro encima», y un abastecimiento de reserva almacenado en varias bolsas de plástico. También arrojaron ejemplares de una popular y valencianísima cucúrbitacea, la sandía.Sin embargo, no juzguemos con severidad a estos clavarios de botellón, pues ¿acaso no actuarían, torpemente, desde luego, pero con un angustioso sentimiento existencialista (Ars longa, vita brevis), interiorizado después de leer a Rubén Darío?Pudiera ser. En este supuesto, los asaltapiscinas de la Divina Aurora perpetrarían su desafuero recitando en voz alta: «Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer».

Y es que la LOGSE ha conseguido que las recientes generaciones sean capaces de concertar armónicamente la diversión festera, de tan honda raigambre en la Región Valenciana, con la lectura de poemas, ensayos y novelas clásicas.Otra hipótesis que justificaría este suceso es la rivalidad histórica entre Almussafes y Benifaió, dos nacionalidades más –pero con sus propias señas de identidad: culturales, costumbristas y sexuales- de entre las 97.456 que hay en España.

Efectivamente. Lo acredita don Manuel Sanchis Guarner en su libro Els pobles valencians parlen els uns dels altres (1963-1968). Fíjense qué piropos se intercambian una y otra nacionalidad histórica. «Almussaferos, triputs, culons i embusteros»; o «la tia maria de Benifaió, que menja les figues i en tira el peçó».

Son, a todas luces, unas torpes descalificaciones. Y por más que estén envueltas con el sutil humor británico, a lo Oscar Wilde, que caracteriza a los valencianos, no dejan de ser deplorables. Como este asunto está en manos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y de la Magistratura (el ayuntamiento de Almussafes presentó una denuncia), glosaremos, muy brevemente, otros sucedidos y acontecimientos de nuestro verano festero.

¿Conflicto institucional? Podría ser. La alcaldesa de Ontinyent no invitó a Jorge Alarte (secretario general del PSPV) a la tribuna oficial para presenciar la entrada de los sarracenos, aunque sí al Gobernador Civil de la Comunitat Valenciana y a los consellers Juan Cotino y Belén Juste. Por su parte, el fiero Ratón, un toro que luce orgullosamente en sus cuernos varias muescas por haber herido o matado a diversos y valerosos valencianos, no se jubila. Su ganadero le pidió que continuara en su puesto de trabajo, y él ha obedecido. Cobra hasta 6.000 euros por bolo, mucho más que los parados de nuevo cuño de Zapatero (tan sólo 420 € al mes).

La Tomatina, esparcimiento delicado donde los haya, loor y prez universal de Buñol, está próxima.

Pero la ocurrencia más creativa y cultural, en honor de Santa Bárbara y Sant Miquel, reside en Gilet: La Nit de l´Empalmà. Oigan, y sin Viagra. “Visca València!”