Los presidentes de los parlamentos suelen ser gente sosegada, fajadores de los posibles ataques de frenesí de los componentes de las cámaras, y garantes de una cierta imparcialidad respecto a las diferentes ­ideologías representadas. No parece el caso de Ernest Benach, que es partidario de una actividad frenética y contundente, en caso de que el Tribunal Constitucional se atreva a recortar el Estatuto de Cataluña.

Phrenesis viene del griego, y en latín ya significaba «delirio furioso», mientras la segunda acepción del DRAE incluye «violenta exaltación y perturbación del ánimo», en tanto que frenético tiene como principal acepción la de «poseído de frenesí» y, como segunda, «furioso y rabioso».

Me imagino que esto se debe a las perturbaciones colaterales de la llamada normalización lingüística, en cuyo empedrado camino lleno de dificultades se suelen difuminar los significados de las palabras, porque, al fin y al cabo, el lenguaje sólo sirve para expresar con corrección nuestro pensamiento y, si empleamos las palabras equivocadas y no decimos lo que deseábamos expresar, podríamos afirmar sin exquisiteces y en lenguaje bizarro que la hemos jodido.

Quedan lejos los tiempos en los que el presidente del Parlament era compañero de los animosos miembros de Bandera Roja y del Partit Socialista d´Alliberament Nacionals dels Països Catalans, cuyo nombre era mucho más largo que los votos que lograron en las elecciones, por lo que no caben repentinas e inconvenientes nostalgias.

Claro que frenético, en catalán, es frenètic, con la misma significación. Así que aguardamos expectantes cómo será de frenética, rabiosa, furiosa y exaltada perturbación del ánimo las manifestaciones contra lo que diga el Tribunal Constitucional, cuyo dictamen todavía se ignora. Por ahora, lo único que sabemos es que la reacción va a ser frenética.