Tengo un travieso sobrino de cuatro años que, cuando está de buen humor, asegura que de mayor será piloto de helicópteros. Con ellos, se dedicará a salvar del desastre a toda la humanidad: niñas en peligro de ahogamiento, perritos abandonados en la autopista, alpinistas atrapados por la nieve… ningún obstáculo será suficiente para detener su afán filantrópico. Cuando el bueno de Brunito está de mal humor no abandona su pasión por los helicópteros, pero esta vez amenaza con utilizarlos para matar a todo el que se le ponga por delante: papás, profesores, niñeras, niños, niñas, nadie escapará a los cañones de su máquina aniquiladora. Dispondrá, además, dice, de un ejército de despiadados asesinos a sus órdenes, que se encargarán de eliminar a todos los policías del mundo con el objetivo de no ser atrapado jamás y evitar, con ello, la tan temida cárcel.

Vive en una obstinada dicotomía que no parece muy alejada de la que atenaza a José Luis Rodríguez Zapatero a la hora de buscar los fondos con los que hacer frente a su desenfrenada política de gasto. Una tarde merienda con un grupo de mineros asturianos y a la mañana siguiente se despierta abrazado a la bandera de la CNT, empuña la hoz que guarda bajo la almohada y se dirige a grandes zancadas a su despacho clamando justicia y vociferando consignas en contra de esos millonarios que, con su insolidario proceder, están llevando a la ruina al país. Luego, sin dilación, ordena a Leire que deje de leer a Bakunin y filtre, vía Mediapro, una reforma fiscal que gravará las grandes fortunas, acabará con los privilegios de las sicav, entrará a saco en los contubernios de la banca y redistribuirá la renta devolviendo la tierra a quien la trabaja. Ella sonríe, tirita de placer, levanta el teléfono y espera acontecimientos.

Entonces llegan los señores del Banco de España, de la Comisión Europea, de la OCDE, del FMI, del Banco Central Europeo y de la London School of Economics y le sueltan que si sigue por ese camino, España no levantará cabeza en dos decenios. Y le recuerdan los números que presenta en su segunda legislatura. Y le enseñan gráficos comparativos de cómo los otros van saliendo del agujero y él sigue cavando. Y el bueno de José Luis se siente cada vez más pequeño. Quizás sea conveniente llamar a Botín y pedirle consejo. Las sicav ni tocarlas, claro. Quién sabe si con subir un poquito el IVA y otros impuestos indirectos habría suficiente. Tal vez, incluso, no habría que cambiar nada. Ya llegarán los del PP en un par de años y nos lo arreglarán, como hicieron en el 96. Si llama Leire, le decís que estoy reunido.

Situaciones paralelas, aunque ZP ya no tenga cuatro añitos.