A las mañanas del sábado en La 2 ha vuelto la música clásica con el tono divertido al que desde hacía años, y con un brío que jamás decayó, impuso Fernando Argenta, ese grandullón sin prejuicios que supo divertirse divirtiendo y que hizo de El conciertazo uno de los programas más fascinantes de la televisión echando mano de materiales tan extraños pa­ra él como Richard Wagner, Wolfang Amadeus Mozart o Antonio Vivaldi, nombres y obras con que los chiquillos que asistían al espectáculo de esa fina pedagogía se excitaban manejándolos como parte de su aprendizaje.

Hacía meses, por esa extraña y dolorosa purga a la que RTVE sometió a hombres y mujeres cuya edad era una lata, lo que veíamos los sábados eran repeticiones de programas vistos. Pero un clásico jamás cansa, siempre es novedoso, y si la Norma de Vicenzo Bellini te sigue amarrando con nudos la garganta cada vez que la escuchas, porque la sientes, El conciertazo de La 2 te volvía a un estado virginal que te engatusaba porque eras otro chiquillo dejándose llevar por esa tromba vital de energía que traspasaba la pantalla con acordes, melodías, bailes, instrumentos y maestros de la música. Pero terminó.

Ha nacido, a la misma hora, en la misma cadena, El club de Pizzicato. Lo digo rápido. No es lo mismo. Es peor. Fernando Argenta, histrión y hombre orquesta, jamás banalizó el material que manejaba aunque le retorciera el hígado. El club de Pizzicato ha caído en el pecado de nuestro tiempo, tratar de hacer digerible los contenidos desvirtuando el objetivo.

Se nota el recorte en el presupuesto. Ya no hay orquesta en el plató, que de ser un teatro ha pasado a un rinconcillo que rellenan con un puñado de críos que asisten a la película que se montan el violinista libanés Ara Malikian, que interpreta a Allegro; la joven y bella actriz Virginia Carmona, como Aria; el muñeco Don Gato, y Rocío Calvo, que es Semifusa, al que hay que ajustar en su cretina exageración. Se recortó el presupuesto, pe­ro parece que también las ideas. Viendo a Semifusa gritar todo el rato, parodiando a una histérica pendiente de su aspecto, a la que envían a entrevistar a un maestro lutier en su taller en Barcelona, uno se queda descolocado, con ca­ra de acelga, como la que tiene siempre, sin escuchar a Semifusa, José Sacristán.

Lo malo, lo peor, es que el personaje pretende ser el gracioso, el gamberro, el que pasa de música clásica y entiende que un aria es una tía dando alaridos, pero se emociona con un rapero, y por eso sacan a Secun de la Rosa con los arreos del tal, pero qué va, el resultado es doloroso, tristón, y en los pocos planos que pinchan de los niños que asisten a la grabación se nota el desinterés, la mamarracha­da. El club de Pizzicato, hoy por hoy, es mejorable. Pero no prescindible, es lo que importa. Aun así, en medio de ese berenjenal de resistentes que no quieren irse del teatro amenazado de cierre, haciéndose los fuertes en la terraza del mismo, Allegro, Don Gato, la inaguantable Semifusa, y la dulce Aria, dieron paso a lo mejor del día, un vídeo ajado, de fuertes contrastes, sin calidad, a plano fijo de María Callas muriendo a chorros en el aria Casta Diva.

Creo que podemos llegar a un consenso en este tiempo de enconadas discrepancias. ¿Si les pregunto por Pedro Gordillo sabrían responder ahora, ya, sin tirar de ayudas? Creo que no, salvo allegados y morbosos. Como yo. Ha saltado a la fama por un vídeo que por ahora nadie ha visto. Interior. Día. Despacho oficial del vicepresidente de Ceuta. Dos personas callan, pero al parecer hacen. Hombre y mujer. Acción. ¿Resultado? Toma y daca. Y hasta ahí sabemos, al margen de conocer que don Pedro, 68 años, era también presidente del PP en la ciudad autónoma y antes trabajó como mediador entre el cielo y la tierra como cura. Pero ya sabemos que ser cura, llevar sotana, incluso raparse un poco el cráneo, no impide que los ardores de las ingles busquen desahogo, ¿o es que no vieron el lunes el apaño que al fin se hicieron la marquesa Victoria, Adriana Ugarte, la señora, y el padre Ángel, Rodolfo Sancho, empelotados vivos ante la chimenea? De eso la ficción edulcorada fue testigo, pero de la supuesta actuación del político de derechas, de firmes convicciones morales, sólo te­nemos las consecuencias, que ha dimitido de todo. Si sale algún día ese vídeo con las imágenes grabadas por un puto móvil valdrá para despejar el ardiente debate. ¿Felación o penetración? Queremos saber.

Que la felación tiene efectos balsámicos lo saben hasta las vampiresas, y por los clavos de Cristo que no me refiero a Esperanza Aguirre, que bastante tiene con lo que tiene, me refiero a las vampiresas vampiresas, que mientras el macho vampiro las penetra, las chicas les hacen unas mamadas de no te menees, literal. Y el macho, que además de tener tieso el colmi­llo mantiene tieso el órdago de abajo, cuya base es lamida y lamida con esmero, se queda traspuesto y sigue, sigue, sigue. Lo sé por Santiago Martínez, que tiene un blog en Prensa Ibérica donde cuenta ésta y otras hazañas sexuales, co­mo las de los cincuentones del gru­po alemán Rammstein, que ha­cen, como él dice, porno pop, una excusa como otra cualquiera para cantar obviedades con letras que hablan de eso, de coños y pollas y para concluir que sí, que tú tienes coño y yo polla, ¿y qué?, preguntan mientras en el vídeo se ve una ga­ma de felaciones, penetraciones y eyaculaciones que no han pasado el mojigato filtro de YouTube.

Ah, de las vampiras en acción, después de pacientes guardias del equipo de investigadores chinos, sí hay vídeo testimonial de la olla sexual de esos seres de la noche. Así es la ciencia. Científica, aunque no lo parezca, es la convicción de que Ana Obregón fracasará en la serie que dice preparar para esa cloaca sin vuelta atrás llamada Telecinco. Hasta su mera presencia co­mo invitada de Sálvame la noche del viernes ahuyentó a la audiencia. Aun así, todavía le queda una última oportunidad. Que haga públicas, si las hubiere, las grabaciones caseras de sus fogatas con Dareck. Habría tortas. Ponme ese vídeo, anda. O métemelo.

EL FOLLONERO

Hace una semana, en la fiesta del señor del periodismo de tirantes, Jordi Évole logró el milagro. Unió en dos metros cuadrados a José Luis Rodríguez Zapatero, a Pedro José Ramírez y al expulsado de la casa del Señor, Federico Jiménez Losantos. Y no hubo más chispas que las de la cortesía y el buen rollo. A veces, el ingenioso gamberro acierta y cuadra sus reportajes. Otras sólo consigue quedar como un maleducado insoportable.