Jordi Pujol, ahora en boca de todos tanto por sus memorias como por que está salpicado por «amistades peligrosas» en el caso de Santa Coloma, escribió allá por el año 2005 en «La Vanguardia» un excelente artículo de esos que como los buenos vinos con los años tienen más cuerpo o més seny encara.

El artículo del ex president Pujol se titulaba La sociedad responsable. En el argumentaba que tenemos una sociedad que vive en la comodidad, pero que no puede padecer el más mínimo contratiempo porque desmonta su estilo de vida que ha convertido en rutina. Una sociedad dominada por la moral de la desvinculación, es decir, a no sentirse vinculado a nada que no sea su propio interés personal. Una sociedad egoísta que alimenta la típica cultura progresista del «no» que es una actitud de oposición a muchas iniciativas positivas pero que conllevan algún coste o inconveniente temporal. «Sí hay que hacer algo de interés social que se haga, pero por favor lejos de mi casa».

Estamos viviendo unas semanas donde la sociedad civil tiene que retomar las riendas del liderazgo social. Las últimas encuestas demuestran la preocupación de los ciudadanos por nuestros políticos y su gestión, y sobretodo por la forma de gestionar sus crisis internas y externas. Casos como la suspensión de Costa en Valencia, el lío de Cajamadrid, el Caso Millet, Astapana en Málaga, la corrupción en Santa Coloma o la gestión del «Alakrana» entre otros... está por encima de siglas política y salpica a todo el mundo.

Si personalmente los que seguimos, o participamos desde nuestros altavoces de la actualidad política, estamos ya cansados de argumentaciones vacuas y facilotas no me quiero ni imaginar lo que debe pensar un ciudadanos de a pie normal y corriente que sigue la política esporádicamente a través del televisor; son unos chorizos, son todos iguales,…etc, etc, etc... y todo esto aliñado con el papel en prime time de la Esteban que últimamente hace discursos populistas al más puro estilo caudillismo venezolano atribuyéndose ser la voz de millones de españoles... mal vamos señores políticos.

La preocupación por nuestra clase política está por encima del terrorismo o el acceso a la vivienda, a donde hemos llegado. Cada vez pienso más en la profesionalización de la política y que tenga la carrera política una duración determinada, ocho, diez o doce años por ejemplo... porque tenemos una clase política acomodada y pasota que solo tienen en su currículum una acumulación de cargos que han conseguido o bien por favores o por cuadrar el circulo en una situación determinada. Huele un poquito naftalina ver siempre las mismas caras.

El clérigo e intelectual francés Jacques-Bénigne Bossuet decía que «la política es una acto de equilibrio entre aquellos que quieren entrar y aquellos que no quieren salir». Una lucha de intereses creados no cabe duda.