El radar meteorológico de Cullera ha encontrado con un nuevo obstáculo que agranda su leyenda, seguramente inexacta y exagerada, como instalación maldita que no acaba de funcionar como todo el mundo esperaría de un moderno equipo en el que se han invertido millones de euros. Esta vez la culpa no es del radar, sino de lo que ve.

Cullera es una víctima más del problema generado por los nuevos parques eólicos y de sus efectos «nocivos» sobre el comportamiento de los radares meteorológicos. Por un lado bloquean la propagación normal de la señal de radar y por otro generan ecos de reflectividad falsos. Es decir, indican lluvias o tormentas severas incluso con los anticiclones de invierno, cuando su señal es tan falsa que nadie la toma en serio. El problema llega en verano, cuando resulta imposible discernir si se está formando una tormenta o solo son unas cuantas torres incordiando.

La Agencia Estatal de Meteorología ha invertido en la modernizaciones de sus radares cerca de 4,5 millones de euros, pero el problema de los parques eólicos se ha agravado y ahora toca buscar «filtros» y algoritmos capaces de esconder las señales que engañan al radar.

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