Viví en Murcia durante muchos años, suficientes para hacerme con un puñado de más que amigos, casi familia, y de conocer las tropelías, como en tantas otras ciudades, sin descartar Granada, la mía, que los políticos y los intereses económicos hacen con lo que para ellos no es más que cascajo de la historia.

¿Aparcamiento o conservación del barrio medieval de la Murcia musulmana encontrado en las excavaciones? Aparcamiento. Con un dolor y una rabia no contenidos asiste uno a estos atropellos del presente que serán, como en otras ocasiones, ignominia del futuro. Pero para entonces el mal estará hecho. He visto imágenes de las trazas de las viviendas, de sus calles, de los desagües, un lugar donde convivía gente humilde con gente adinerada, un complejo que es un reportaje vivo de la Murcia del siglo XIII. Es un juego simple. O se conserva o se destruye. El arrabal, conocido en la Historia del Arte, y ahora certificado con su hallazgo, tiene un valor inusitado por su, por ahora, inigualable extensión, que otras ciudades, sin fiestitas de moros ni cristianos, sin astracanadas, querrían tener. El aparcamiento, por mucho que se empeñen los arquitectos, será un vulgar aparcamiento. El barrio medieval con su trama viva, un regalo de la historia. ¿Quieren reconstruir a cota cero, sobre el monstruo, el arrabal de ladrillo pobre? Eso es un insulto, una caricatura, un decorado sin el latido de los centenares de personas que algún día rozaron, amaron, o murieron en esas paredes. La 1 estrenó No estás sola, Sara, con Amaia Salamanca, en el Día contra la Violencia de Género, una obscena lacra que duele y avergüenza.

Urge, salvadas las distancias, que los depredadores del patrimonio paguen sus fechorías como maltratadores colectivos.