En el inicio de la famosa y corrosiva obra de Oscar Wilde La importancia de llamarse Ernesto uno de los personajes reflexiona sobre las opiniones de su mayordomo sobre el matrimonio, en su opinión poco edificantes, afirmando que: «si las clases inferiores no nos dan buen ejemplo, no sé para qué están».

La idea de Camps de a qué «clase» pertenece Ángel Luna es sobradamente conocida por toda España y especialmente por los dueños y empleados de los concesionarios oficiales dedicados a la venta de vehículos industriales de nuestra Comunidad que todavía esperan su visita. Consciente de ésta diferencia, Camps ha decidido oponer a la figura de Ángel Luna al «Consigliere» Blasco. Lo del italiano no es un error tipográfico. Me sorprende que haya quien sostenga desde el PP, que los socialistas valencianos tenemos algún problema estratégico relacionado con el nombramiento de Rafael Blasco. En realidad es un regalo inesperado en un ámbito como el político, en el que marcar diferencias es, sin duda, fundamental. Permítanme que les apunte algunas.

Primera diferencia: Ángel Luna jamás ha sido investigado por ningún policía, ningún fiscal ni ningún Juez de este u otro país. Camps y Blasco comparten el dudoso honor de haber sido acusados por la fiscalía del Reino de España. Camps además protagoniza varios capítulos de la nada muy honorable trilogía de informes policiales que ha trascendido hasta ahora. Blasco, era mas de grabaciones y teléfonos góndola.

Segunda diferencia: Ángel Luna no ha pisado un juzgado para cosa diferente que el ejercicio de la abogacía como legítimo medio de subsistencia. La pareja Blasco-Camps exhibe en su currículum el haber sido imputados por delitos de corrupción. El primero, se libró por los pelos gracias a la habilidad del mismo letrado en el que el segundo tiene depositadas todas sus escasas esperanzas de eludir el «Supremo» disgusto de dar con sus huesos en el banquillo.

Tercera diferencia: Ángel Luna, después de décadas de compromiso público y privado con su ideología y el partido en el que milita, al cesar en su activad política, podrá un día ser llamado muy honorable ciudadano de esta comunidad. A Camps, el título le durará lo que decrete el DOGV. Ni un día mas. Por otra parte, Blasco ni siquiera tiene ese problema. Ha hecho de su capacidad para despreciar la honorabilidad política su principal valor añadido ante unos compañeros de partido que jamás le han considerado más que lo que es: un hábil constructor de alcantarillas con el que siempre es mejor no hacerse una foto. Un demagogo dotado del perfil temerario del que no puede perder lo que hace décadas que ya no tiene: prestigio.

Así las cosas, todo esta en su sitio. Que no cunda el pánico. Al igual que en la Inglaterra victoriana que tan brillantemente parodió Oscar Wilde, aquí también el nombre importa y sin duda hay clases, y ni Camps ni Blasco pertenecen a la misma que Luna. La de Ángel, como ya decía Wilde, es más de dar ejemplo.

Secretaria de Organización del PSPV-PSOE