En el análisis preliminar del plan estratégico y de la Universitat de València, los autores no quisieron o no pudieron hacer constar las cuatro grandes materias pendientes que tiene la institución y que actúan como freno al desarrollo de sus potencialidades y a la asunción de la misma por el tejido social valenciano.

El desencuentro entre las autoridades universitarias y los representantes políticos de las instituciones locales y autonómicas, la falta de sintonía con la otra universidad pública de la ciudad de Valencia, la inadecuación de la oferta docente más allá de los clásicos estudios de licenciatura (grado y master) y doctorado y el desencuentro entre el profesorado y los profesionales de la administración y los servicios son, a mi entender, las cuatro asignaturas que lastran el desarrollo de nuestra universidad.

La reciente decepción de la candidatura de NauNova como campus de excelencia ha venido a manifestar que, a pesar de las voces discrepantes de algunos, estamos condenados a entendernos la Universitat de València y la Universitat Politécnica de València si queremos hacer país y esto, más allá de desencuentros personales, es una realidad que parte de las evidentes complementariedades entre una universidad de corte general y otra tecnológica, entre la excelencia investigadora de la una y la innegable tradición innovadora de la otra; por lo que, el próximo equipo rectoral tendrá, necesariamente que profundizar en este tema y aprender a caminar con la adecuada coordinación con generosidad y con sinceridad con la UPV.

Por lo que se refiere al diálogo con la sociedad, con los representantes electos de la misma. No hay, ni habrá razón alguna para que un equipo rectoral no trabaje en total sintonía con los gestores de la Generalitat y de la ciudad de Valencia elegidos democráticamente por los valencianos y tampoco deberían existir dudas por parte de las instituciones de que los equipos de gobierno pasan, pero la universidad queda para servicio de sus hijos y de todos los ciudadanos. Este es un camino que tendremos que andar juntos y para el que una política de mano tendida desde la universidad se hace imprescindible, a pesar de los problemas de financiación y de otros contenciosos.

La adecuación de la oferta docente es algo que posiblemente se le escape a muchos lectores. Los que acostumbran a pensar siempre de la misma forma asocian la universidad con esa etapa de la vida que va desde los 18 hasta los 23 y, en todo caso, hasta los 27 años, si se hace un doctorado. La cuestión es que los tiempos han cambiado, la vida profesional es muy larga y discurre en un escenario cambiante y la esperanza de vida de los españoles se ha ampliado mucho. En consecuencia, no sería razonable limitar la oferta docente al intervalo de edades antedicho y, al contrario, sería preciso ofertar cursos de formación permanente para profesionales en ejercicio, cursos de actualización para los que han perdido su empleo y quieran reinsertarse en un mundo laboral con una componente tecnológica mucho mayor que el que les recibió en su día , e incluso deberíamos ser capaces de ofertar cursos de formación profesional de alto contenido tecnológico que no puedan impulsar los ciclos de Formación Profesional ni los Institutos (No se olvide que las competencias de inserción laboral corresponden al gobierno autónomo). Además, se deben ofertar cursos para personas jubiladas o prejubiladas que, en la obtención de un diploma universitario, encontrarán un aliciente para su inquietud intelectual y una forma de llenar su tiempo, aprendiendo a desenvolverse en un mundo globalizado y cambiante.

Alguno de los proyectos antes mencionados están gestándose y otros todavía tardarán en ser asumidos por la comunidad universitaria como necesarios; pero en lo que se refiere a la formación de los mayores la Universitat de València ya lo viene haciendo con el programa Nau Gran, que cuenta en la actualidad con más de 1000 alumnos que cursan 100 créditos en tres años. En este caso de lo que se trataría es de integrar esta docencia en los programas de estudio y no limitarlo al marco de la extensión universitaria.

Lo otro, lo del desencuentro entre profesores (PDI) y profesionales de la administración (PAS) es una cuestión muy local, que atañe a colectivos que suponen alrededor de 3000 personas en un caso y 1500 en otro y la verdad es que una universidad moderna no es viable sin el concurso de unos profesionales de la administración y los servicios altamente cualificados y motivados, pues el grado de complejidad y dificultad de estas tareas es cada vez mayor, y en consecuencia se impone la necesidad de una titulación universitaria para el desarrollo de muchas de las mismas y la universidad del siglo XXI exige desenvolverse en el mundo de las nuevas tecnologías, emplear los idiomas de la comunidad europea y, cómo no, el inglés, que se ha convertido en el latín de este siglo; por lo que, no podemos perder ni un segundo en aunar esfuerzos y buscar sinergias entre los colectivos de profesores y profesionales de la administración para que la universidad alcance su pleno desarrollo.

El tiempo ya ha pasado para el actual equipo rectoral y a los candidatos/as a dirigir la Universitat de València en los próximos cuatro años, les atañe aprobar estas cuatro asignaturas pendientes de las que no siempre se habla en los medios pero que están en la mente de todos los universitarios. De la capacidad que tengan los candidatos para plasmar soluciones reales a estos retos en sus programas, y para afrontar con imaginación y generosidad los problemas específicos que tienen planteadas las diferentes facultades, escuelas, institutos y servicios de la Universitat , dependerá su credibilidad como garantes del funcionamiento de la misma en los próximos cuatro años.