Ahora en febrero se cierra el «Milenario del Reino de Valencia» sucedida el «11 yumadá» del 399 y se abre otro acontecimiento, el centenario de la primera ortografía valenciana moderna. El «milenario» del 1009 se enfrentaba a la tesis oficialista de que el Reino de Valencia nació en 1238. El «centenario» de la ortografía valenciana se enfrenta a la teoría oficialista de que la primera ortografía valenciana es la de 1932, pero realmente a las normas ortográficas de 1910 le cabe este honor.

Josep Nebot, de Villarreal, era farmacéutico, bibliotecario de la Universidad de Valencia y cronista. No era un ignorante que pasaba por allí por casualidad. Era un filólogo autodidacta que dominaba griego y latín, tan «amateur» como Pompeu Fabra, que era químico de profesión. La diferencia entre ambos fue que uno tuvo apoyo político y el otro no.

La ortografía de 1910 deslindaba lo «propio y privativo del valenciano» como «lengua culta». Reconocía Nebot que «aquello en que la ortografía valenciana se diferencia de la catalana y la castellana ha de ser muy poco; pero como es precisamente lo que da carácter independiente a nuestra lengua, en ello hemos de fijar principalmente la atención", pues «si es malo abusar del castellanismo no es mejor inclinarse al catalanismo» explicando que «no se comprende, siendo la cosa tan clara, que vayan los escritores valencianos dando tumbos y resbalones; unos echándose francamente en brazos de la Academia española y aceptando para el valenciano las reglas ortográficas dictadas por ésta para el castellano; y otros haciendo algo mucho peor, adoptando en sus escritos no ya la ortografía, sino hasta la analogía y la sintaxis catalanas, jurando no obstante y perjurando que escriben en valenciano puro y castizo».

Nebot murió en noviembre de 1910. Aprovechó su trabajo el Padre Fullana en 1914 para crear unas normas del Centro de Cultura Valenciana opuestas a las del Institut d´Estudis Catalans, que no se pudieron introducir en Valencia hasta 1932. En 1977 Miquel Adlert usó todo este material para pergeñar la normativa de la Academia de Cultura Valenciana, que hasta hoy es usada en aquella entidad. Quiere esto decir que la obra de Nebot está viva, aunque sus sucesores no han reconocido nunca la paternidad de la iniciativa, porque cada uno ha pretendido ser «creador» de la misma. Pero la realidad es que el padre es el olvidado Nebot.

Por supuesto, quien no reconocerá nunca la obra de Nebot es la Academia Valenciana de la Lengua, aferrada a la falacia de que las normas de 1932 son las primeras. Los representantes «valencianistas» de la institución tienen una buena ocasión para demostrar que no viven presos del síndrome de Estocolmo que les obliga a votar en contra de todo lo que pensaron cuando fueron personas libres. Pero entre esto y la amnesia inexplicable de la Real Academia de Cultura, auténtica heredera del legado de Nebot, nos tememos que este centenario pasará, como el milenario del Reino, sin pena ni gloria. ¡Quina pena!