Pongámonos en el año 1982. Pongamos un sueldo discreto: el de un maestro de escuela. Por aquel entonces rondaba las cien mil pesetas. Pongamos un piso en la periferia de Valencia: seis millones de pesetas de la época. El maestro no podía comprarlo. Pongámonos en el año 2007. Han pasado 25 años. El maestro gana trescientas mil pesetas: 1.800 euros, más o menos. Pongamos que el mismo maestro quisiera comprar el piso aquél que entonces no pudo comprar. De aquel piso por el que le pidieron seis millones le piden ahora no menos de 48 millones de pesetas. Su sueldo, el de un maestro, se lo han multiplicado por tres. El piso, aquel mismo piso, lo han multiplicado por siete. ¿Quiere alguien explicarme cómo se van a comprar pisos si los sueldos se multiplican por tres y los pisos por siete sin contar los gastos de celulares, ordenadores, y demás bienes de consumo que dicen que son necesarios?

Analicen las razones. Yo sólo encuentro una: la especulación. La de los propietarios de solares, sabedores de que el terreno urbanizable no es libre. La de los promotores y políticos corruptos al abrigo de la escasa transparencia de la gestión municipal. Y la de los bancos que, locos de avaricia, han colocado cifras, que no dinero, en las libretas: «empéñese usted y no sea un pobre hombre. Si usted no está hipotecado no es nadie», venían a decir. Y el banco le ponía en su libreta, apretando una tecla de ordenador, una tira de cifras. Ni el banco tenía el dinero, ni el cliente pensaba pagarlo. Allí estaba la futura garantía: la de aquel piso que multiplicó su precio por siete mientras el sueldo sólo lo hacía por tres y que no vale en realidad ni la mitad de lo que por él piden. Por eso ahora si quiere venderse aquel piso deberá ponerse a tiro de un sueldo medio. Dicen en mi pueblo que donde nadie pone norma ella misma se pone.

Mientras tanto, el euro esquilma a todos porque el euro es, en sí misma, y a pesar de lo que digan los gobiernos, una unidad monetaria inflacionista. Nadie sube cinco céntimos el precio de algo que vale un euro. Lo subirá, como poco, diez. Los céntimos los despreciamos. Sin darnos cuenta el euro nos ha arruinado por una estricta razón psicológica con la que los grandes sabios de la economía no habían contado.

Por cierto, ¿alguien sabe la función social de las Facultades de Económicas? ¿Han aportado alguna solución para aquello de que si gastas más de lo que ganas estás perdido? ¿Han descubierto alguna fórmula por la que el valor del papel moneda sea respaldado por el viento, el dueño del mundo según Zapatero? Porque el papel está ahora respaldado por los gases que envuelven la Tierra. Ahí debe estar la clave de las palabras de Zapatero…

Ya no existen billetes donde el Estado te asegure que te pagarán a la presentación del papel su correspondiente valor en monedas. Hace decenas de años que se eliminó ese «pagaré». El papel vale lo que vale el papel. Nosotros, eso sí, nos fiamos del Estado. Mucho fiar es eso. Y menos cuando los políticos con poder gozan hoy de más poder que nunca. Ponen los impuestos que quieren para disponer a su antojo de todo el dinero. Mucho fiar es eso.