Capone acabó en Alcatraz por fraude en la declaración de la renta y a Vicente Sanz, al parecer, le ha buscado la ruina la bragueta. Precisamente lo único por lo que sus damnificados, que somos legión, no le habíamos echado cuentas es lo que le ha arrojado en brazos de la Justicia. Quién iba a pensar que aquel tipejo ambiciosillo y amorfo llevaba dentro un presunto delincuente sexual… Cuando un maldito tropieza y se rompe la crisma hay alegría en la casa de sus víctimas. Y el contento en la Comunitat Valenciana debe ser mucho. Porque el pájaro en cuestión tiene centenares de muertos enterrados en el jardín. El bueno de Vicentet ha sabido aprovechar a maior gloria sua la patente de corso que significa tener cogido por el estómago a buena parte del quién es quién político de la derecha valenciana. Desde el caso Naseiro aquí ha llovido mucho, y él ha callado más todavía.

Hay silencios que se pagan eternamente, y el elemento de marras supo cobrarse un buen precio por el suyo. Le pusieron en las manos el juguete que más le apetecía, la Radio Televisión Valenciana, en la que hace mangas y capirotes durante casi dos decenios, moviendo a las personas según su santa voluntad y no siempre inspirado por razones de trabajo. Nadie se ha atrevido jamás a cuestionar sus arbitrariedades, ni durante el virreynato de Zaplana ni ahora. Ha llegado a tener voluntad de imperio, creyéndose intocable, y ha obrado en consecuencia desde la confortabilidad que le proporciona la impunidad de que fue investido por los que temían que se fuera de la lengua. Presumía a la menor ocasión de grandes conocimientos e influencia en el partido a nivel de Madrid, pero jugaba de farol. En la calle de Génova sólo conocían su «estoy aquí para forrarme», pero Zaplana lo mantenía emboscado en la sede de TVV en Burjassot.

La mafiosa omertá ha funcionado hasta ahora y, sin la denuncia de las tres trabajadoras de TVV, podría haber llegado a la jubilación incólume, escapando de rositas de tanto daño como ha hecho en la empresa pública que sus cómplices pusieron bajo su férula para que se distrajera y olvidara hechos, fechas y datos. La dislocada sexualidad que revelan las declaraciones de sus tres presuntas víctimas era un arcano para quienes lo sufrimos por un tiempo.

Aquellos ojillos minúsculos y vivarachos que le daban vueltas en las órbitas como dislocados hablaban de un pajillero en potencia, pero no de un tipo capaz de los supuestos retorcimientos enfermizos que relatan las tres mujeres que se han atrevido a ponerle el antifonario al aire. Aunque era presumible que tuviera la chorriflojez de los obsesionados con el poder. Puesto que las disfunciones de la sexualidad son propias de los pequeños dictadores de alcantarilla. Y Sanz ha sido siempre un tiranuelo de vía estrecha e inteligencia corta. Porque el bicho es listillo pero carece de inteligencia. De ser cierto lo que dicen sus denunciantes, es un simple enfermo al que urge apartarlo de la sociedad para ser tratado en un psiquiátrico.

Fui un divieso en su trasero, porque no le dejé manipular a su antojo Ràdio 9. Como lo ignoré y puse coto a su afán de inmiscuirse en mi trabajo, se conchabó con los tres miembros de mi equipo de dirección para hacer una lista negra y echar a la calle a los rojos peligrosos que creía ver por todos lados. Supongo que con la intención de adjudicarme el muerto y librarse de mí. Pero tuvo la mala suerte de que uno de ellos me puso en antecedentes de su bajeza y armé la parda.

Recuerdo con repugnancia el tercer grado a que me quiso someter en el despacho de Bayona, director general de RTVV, cuando las Cortes Valencianas me citaron a comparecer. No contaba con mi resistencia a dejarme acoquinar por los golfantes. Y comparecí y contesté a Pasqual Mollà tres «síes» de oro para centrar aquel infausto asunto. Levante-EMV dio cuenta puntual de aquello. A partir de entonces, los problemas se desplomaron sobre mis espaldas a diario. Incluso adjudicaron la publicidad de la emisora a unos pájaros de extrema derecha, que llegaron a robar una tarjeta de crédito del bolso de Reyes Juan. Los eché a cajas destempladas antes de dimitir. Y me marché, no vencido sino asqueado de tanta persecución por parte de una panda de mafiosos cuya sola existencia en un partido es razón suficiente para votar al adversario o abstenerse.