El Consejo Escolar Valenciano está a punto de morir. Malos tiempos para la participación educativa. Malos tiempos para la democracia valenciana, ya casi exangüe. Es el momento de hacer memoria y rendir homenaje a los cientos de Ciudadanos y decenas de Organizaciones Sociales Representativas, que han trabajado en el Consejo Escolar Valenciano (CEV) por el principio constitucional de la democracia en la enseñanza.

En primer lugar, recordando a los que no verán el desenlace, a los que ya se han ido: el Presidente Narciso Campillo, los consejeros Melchor Botella, Antonio Viñas, Antonio Clemente, Manuel Berenguer, Carlos Costa, Antonio Godoy, Gonzalo Anaya… Al conseller de Educación que inauguró el Consejo y fue su artífice, Cipriano Císcar. A los consejeros que hoy desempeñan protagonismo en la vida pública, como, entre otros, Serafín Castellano, conseller del Gobierno Valenciano del PP, o Jorge Alarte, Secretario General del PSPV-PSOE. El primero, en aquel tiempo Alcalde de Benissanó. Jorge Alarte, entonces jovencísimo líder estudiantil.

El CEV ha recorrido toda la Comunidad Valenciana, en cumplimiento de su misión. Su línea de trabajo ha sido diáfana y constante: libertad de expresión, debate amplio y crítico, búsqueda de consensos, rechazo de cualquier tipo de veto, de sectarismo, o ingerencia ajena a la norma.¿Por qué, ahora, estas señas de identidad pueden ser causa de su derribo?¿Por qué va a ir al suelo la representación de las familias, de los estudiantes, de los profesores? ¿Por qué se va a dejar caer, hasta la exclusión, a los MRPs? ¿Por qué se va a actuar contra la mayoría de los consultados? Al parecer, por su herética tendencia a discrepar de la Administración, por su tozuda costumbre de actuar con independencia y libertad.

Voces tan autorizadas como Luis García Trapiello, Javier Zurita, Albert Sansano o Gemma Piqué, (en estas mismas páginas y recientemente), han analizado con acierto la difícil situación en que se encuentra el CEV.

Cabe añadir, que con la reforma del Consejo se va a imponer una participación burocrática, eliminando la participación efectiva. Esa participación efectiva que tanto parece molestar, no es más que la intervención de los ciudadanos en los asuntos públicos, que precisamente por ser comunes, les son propios. En el marco democrático de la Constitución, esto significa vigilancia, control y gestión social.

Ganar las elecciones no justifica ninguna acción unilateral o arbitraria. Se trata de profundizar en la democracia. No de ocuparla en solitario. Rompe cualquier argumento democrático que la Administración designe a los representantes sociales. Si lo hace, transforma un órgano consultivo y de participación en una oficina propia, y a los representantes sociales en minorías condenadas a mera presencia burocrática. No puede haber confusión entre las diversas administraciones y la sociedad civil. La participación es cosa de dos, de la administración, por un lado, y de los ciudadanos organizados, por otro.

Los funestos presagios que se ciernen sobre el CEV se basan en ese desorden. Al conseller Alejandro Font de Mora le corresponde la decisión. A él le corresponde el dudoso honor, el ominoso impulso de acabar con el Consejo Escolar Valenciano, certificando su defunción. También le cabe el acierto de no hacer tal cosa. Esperemos que la Razón finalmente lo ilumine y que la piqueta pase esta vez de largo. Sería el mejor elogio, y no fúnebre, del CEV. Y la mejor noticia para todos los consejeros, mujeres y hombres,