Denomino argentinización al proceso en que un país y sus ciudadanos, después de un período en el que viven por encima de sus posibilidades, sufren un empobrecimiento generalizado y se produce un deterioramiento de los servicios públicos. Y el ejemplo más palmario es Argentina, que con el peso equiparado al dólar permitió que los argentinos gastaran y viajaran como ricos por todo el mundo, desmantelaran su sistema productivo porque era más barato importar y se endeudaran.

Eso es exactamente lo que ocurre en la Comunitat Valenciana, que está endeudada en un 27% del PIB regional por parte del Consell y sus empresas. El endeudamiento de los ayuntamientos supera en más del 60% de los mismos el límite legal —aunque se está ocultando con subterfugios contables— y la Administración central de un superávit hace dos años ha pasado a un déficit que no va a disminuir con las medidas que se están tomando.

Miles de valencianos hipotecados y en el paro, empresas insostenibles y un sistema financiero que esconde su morosidad gracias a los cambios normativos realizados hasta ahora por el Banco de España y el Ministerio de Economía y a un abuso de figuras jurídicas como la dación en pago. Nuestro tradicional sistema productivo desmantelado en gran parte —mueble, textil, juguetes, zapatos—, y destinando excesivamente sus recursos humanos, financieros y materiales al sector de la construcción. Dentro de un sistema monetario que no nos permite utilizar las devaluaciones para ganar en competitividad. Y aunque el déficit comercial esté disminuyendo, que de resultas aún es más barato importar que producir determinados bienes. Si se analiza en profundidad, peor que Argentina antes del corralito.

La disminución de la recaudación de tributos continuará, lo que obligará a aumentar aún más el déficit público y el pago de los intereses de la deuda pública y su amortización. Círculo vicioso que incrementará el deterioro de los servicios públicos y las infraestructuras públicas, y disminuirán las ayudas públicas. Continuará el cierre de empresas y el incremento del paro, y ello retroalimentará la crisis.

No es que estamos saliendo de una crisis en V, ni que vaya a producirse la segunda parte de la crisis en W. El problema es que la caída final aún no se ha producido a nivel mundial y cuando se produzca, a más tardar en año y medio, a nosotros nos afectará de pleno. Y es que los economistas no es que no vieron venir esta crisis, es que aún no han entendido las causas de la misma. Y ello es debido a que aplican conceptos académicos desfasados, tópicos y clichés superados, que ya no son aplicables a la situación actual. Pero actúan como la medicina oficial se comportó en el siglo XIX con el ginecólogo Semmelweiz, y así arrastran a la toma de decisiones erróneas a los políticos. Basar en estos años pasados el éxito de la política económica en el crecimiento del PIB o ahora la salida de la crisis en la incentivación del gasto son tratamientos totalmente equivocados. A ello hay que añadir la implantación social de actitudes y comportamientos deleznables —especular, hacer dinero fácil, sin esfuerzo— y la mentalidad de nuevos ricos.

Por ello, vamos a entrar en 2011 en una década pérdida, como consecuencia de que hay que dedicarse a trabajar para reducir el endeudamiento. Se producirá un retroceso en la calidad de vida de los valencianos y un empobrecimiento generalizado. No sólo asistiremos al cambio de hábitos privados, sino que los hábitos públicos de derroche y despilfarro generalizados en la última década tendrán que desaparecer a la fuerza. Uno sufre del síndrome de Casandra, que pronosticaba el futuro, pero estaba condenada a ser ignorada. Paul Warburg vio venir la crisis del 29 pero no le hicieron caso.

Miembro del Instituto de Agricultura Ecológica y Sostenible (IAES)