Se está especulando mucho últimamente sobre el horrible delito de la pederastia, en la que se incluye presuntamente a personajes del clero católico. Y, ciertamente, es deleznable dicha actuación, la cometa un clérigo o un seglar.

Pero pensemos que los delitos los cometen las personas, no las instituciones a las que pertenecen. ¿Por qué ha de responder la Iglesia católica de los delitos que cometan algunos de sus miembros elevados al rango de sacerdotes? ¿Es que no son ellos, individualmente, quienes así han actuado? No se puede atribuir tales acciones a la institución en la que están inscritos, ya que éstas no tienen nada que ver con lo que hagan por su cuenta determinados socios.

Sería absurdo condenar al socialismo por lo que hicieron individuos como Luis Roldán, Rafael Vera o José Barrionuevo, que fueron condenados por sus fechorías. Tampoco se puede acusar al Partido Popular por lo que llevó a cabo Luis Fernando Cartagena, que también cumplió condena; ni a todos los alcaldes de España o a todos los presidentes de clubes de fútbol por las actuaciones sancionadas a Jesús Gil y Gil. Y no hemos de pensar que la banca está corrompida porque los jueces dictaminaron contra Mario Conde.

Acusar a las instituciones a las que han pertenecido o pertenecen determinados delincuentes condenados o presuntos que deberán dar cuenta ante los tribunales es como acusar a todos los miembros de una colectividad por lo que hayan llevado a cabo uno o varios de sus componentes, que será la Justicia quien deberá actuar contra cada uno de ellos individualmente. Si se ataca a un sector entero por lo que hayan delinquido algunos de los inscritos en sus listas da la impresión de que lo que se pretende es actuar y desprestigiar a la entidad; y eso no es justo.