Todo sistema intelectual es un atajo para interpretar la realidad. Pero el personal se lo pasa en grande a bordo de alguno de ellos. Le da sentido a su vida. El «sistema» facilita las cosas. Así no hay que pensar mucho. Todo está pensado ya: el pasado, el presente y el futuro. La hegemonía marxista duró 150 años, y la derribó su adversaria, la tradición liberal a base de New Deal y de Estado de Bienestar (adversaria sólo en parte: compartían el racionalismo y la aventura científica). Después están los «mini-sistemas», que son las doctrinas de andar por casa: del valencianismo al ecologismo, de la ideología del partido propio a la adoración de María. Aunque posean fisuras, ofrecen también un menú elaborado, así no hay que elegir, que es lo complicado. De modo que no hay que hacer mucho caso de lo que cuentan los sistemas filosóficos, ni tampoco de lo que habla la vecina de enfrente, ni siquiera de la opinión públicada (mucho menos de la opinión publicada, las palabras son perversas). A esto, a no hacer caso, antes se llamaba «sentido crítico». Ahora ya no sé como se llamará. Es lo que dice Arturo Virosque. Cuando fui respondón con el PP, no me apoyaron ni los medios. Lustros advirtiendo a los dirigentes empresariales desde las tribunas libres, y no tan libres, de que debían distanciarse del poder político, y cuando lo hacen, si te he visto no me acuerdo. Unos desagradecidos. «Homo homini lupus» y «guerra de todos contra todos». (El «minisistema» de Hobbes lleva triunfando cuatrocientos años). Lo recuerda Antonio Clemente, del PP, echando una china al PSPV. ¿Por qué forzaron la dimisión de Joan Ignasi Pla por unas reformas en su casa y miran hacia otro lado cuando se trata de José Bono? Pues sí. Pero lo mismo podríamos decir del PP. ¿Por qué Rajoy retrata un apocalipsis demoníaco contra la separación de poderes por manifestarse contra la decisión del Supremo sobre el juez Garzón si el mismo PP salió a la calle irritado para protestar por una sentencia del Supremo sobre De Juana Chaos? Lo mejor, pues, es resguardarse en un sistema filosófico (no en un «mini» agujereado), a salvo de contradicciones e incoherencias.