Mientras que el Fondo Monetario Internacional presiona sobre España para que haga las cosas según sus dictados y mientras que el mundo de las cajas de ahorros se revoluciona tras el fiasco de Caja Sur, la vida sigue más allá de la crisis económica. Si no, que se lo pregunten a Francisco Camps, que no pudo ver en su autohomenaje del sábado a ningún dirigente nacional del PP, tras la terminante prohibición por parte de Rajoy y la cúpula de que nadie acudiera en apoyo del valenciano. Ya sabíamos que el apoyo se iba terminando y que Rajoy se iba situando muy lejos de aquello de «Paco, yo siempre estaré a tu lado, por delante, por detrás o de lado», aproximadamente, pues no tengo tiempo ni ganas de buscar la cita exacta. Pero este fin de semana fue la sentencia de muerte política de Camps a manos de los suyos, ya bien lejos esa primavera de 2008, cuando el hombre apoyó, se ve que no incondicionalmente, a Rajoy en aquellos dramáticos días que precedieron al congreso de Valencia. O a lo mejor era un apoyo nominalmente incondicional, pero válido sólo para una temporadita.

En cualquier caso, muy mal lo de Rajoy con eso de retirar la confianza a su hombre en Valencia, total por tres trajes por los que ningún presidente se vende. O igual es que ya no son los trajes, sino una cascada de dádivas y de favores incluso contantes y sonantes, vaya usted a saber, y siempre en el terreno de lo presunto, claro. Nunca pensé que Rajoy fuese a hacerle esto al valenciano, nunca, pues eran uña y carne, amigos íntimos en una amistad inquebrantable e infinita. Vaya usted ahora a fiarse de Rajoy cuando le hace eso nada menos que a Camps. Y la disciplina de la dirigencia pepera. Que no aparezca nadie por Valencia el sábado, y van y no aparece nadie por Valencia el sábado. Ni Esteban González Pons, que hay que ver cómo lo defendía y las cosas que decía de él. Pero es que estos chicos no tienen palabra. Y Camps se queda sin sus amiguitos del alma, a los que quiere un huevo, y sin sus amiguitos de la cúpula, a los que nada quiere y que nada lo quieren. Este mundo está lleno de ingratos.