Usted cree que las cajas son bancos que responden de sus buenos o malos resultados ante sus accionistas e impositores? Pues no.

¿Usted cree que los presidentes de las cajas y sus consejos de administración han sido escogidos por ser egresados de la London School of Economics o por la prestigiosa escuela de negocios de Fontainebleau? Pues tampoco.

Las cajas son entidades financieras bajo el control del poder político, las definan como las definan los juristas, que teóricamente estaban destinadas a atender las necesidades financieras de la comunidad cercana, de ahí que tuviesen la obligación de reinvertir parte de sus beneficios en la sociedad a través de sus obras sociales. Todos entendíamos la fórmula de Vicens Vives para hacer País: «eina i feina». Esto es, además de población, territorio y causa, precisábamos (y precisamos) de un instrumento financiero cercano que entendiera nuestras necesidades de estructuración económica y social, nuestra idiosincrasia productiva y que conociera en persona y de cara a nuestros empresarios y sus proyectos cuando necesitan crédito. Unas entidades al servicio de la sociedad y no al servicio de los políticos y los directivos por ellos designados.

Hoy, la gestión de la fusión de la CAM y Bancaja es el paradigma de un fracaso como pueblo al que nos han llevado el PP y el PSOE (me niego a decir PSPV y PPCV). Son ellos los que han nombrado los cargos de las entidades (en Castellón Olivas y Cataluña, ex presidente de la Generalitat del PP y ex tesorero del PSOE, respectivamente, lo fueron por aclamación. ¡Olé el pasteleo!). Son ellos los que no se plantan ante unos directivos que designados a dedo nos vienen ahora con las monsergas de lo técnicamente imposible. Jorge quiere liderar el sudeste, el Levante español de Franco para ahondar en la división del PP y Manises, pobre, no hace otra cosa que mirarse paralizado a la correa del pantalón por no decir el ombligo. Pobre Valencia, otra vez. ¡La muerta viva! Resultado: la CAM ha pactado un apaño que le dicen fusión fría con los asturianos

—aunque le auguro corta vida— para que todo quede igual y que el poco modesto de su presidente y sus directivos sigan con sus prebendas. Como el poder valenciano está missing, la CAM acabará bajo el dictat del Banco de España y, si no, tiempo, al tiempo... Y Bancaja, compuesta y sin novio, a la espera de que Ratomadrid le lance una OPA hostil con orden de Rajoy que, como con Costa, habrá que tragar.

Vamos por partes. ¿Que la fusión era técnicamente imposible? Miren, no nos cuenten milongas y vayan a cantarle a Gardel... Yo y los de varias generaciones vivimos de muy cerca un panorama financiero en España con siete grandes y un industrial: el Español de Crédito, el Central, el Hispano Americano, el Bilbao, el Vizcaya, el Popular y el Santander. Urquijo, el industrial. Hoy, de los ocho sólo quedan tres: el Santander, el BBVA y un enfermo que es el Popular.

Si ellos pudieron, ¿no lo pueden la CAM y Bancaja? Para muestra, un botón. La CAM se pudo comer sin empacho a la Caja Provincial de Alicante cuando tenía sucursales puerta con puerta y Bancaja al Banco de Valencia, al que tiene hoy como banca instrumental. Y ahora... ¿problemas técnicos? No tienen vergüenza. ¿Saben ustedes cuántos millones de euros cobran el presidente de la CAM o el de Bancaja? Les aseguro que muchos y que ésa es una de las razones por las que los valencianos nos vemos en el abismo de no disponer de un sistema financiero autonómico. ¿Qué ha ocurrido en Cataluña? ¿En Galicia? Simplemente que sus políticos se lo creen, quieren y pueden. Aquí, unos por otros y la casa sin barrer.

Otra cosa es que habrá que reformar lo que toque para tener a los del London School of Economics o Fontainebleau al frente de nuestras cajas. Los 500 millones de euros para Caja Sur, los propios para Caja Castilla-La Mancha y los que puedan hacer falta para la CAM o Bancaja por las Ciudades de la Luz, Terres Mítiques y demás tropelías ubanísticas saldrán como siempre de nuestros bolsillos. Estoy con los del Tea Party, que vienen a ser en EE UU una versión seria del «no al IVA» de Esperanza y Rajoy —«no with my money», no con mi dinero (ya les contaré).

Y para resolver el empastre de las cajas, unos a gobernar, que ya es hora y para eso les eligieron, y los otros, a ejercer la oposición con un poco de responsabilidad y sentido de País. Y si hay que despedir a los directivos de las cajas, pues a la calle. Así de fácil, que ustedes los pusieron. Yo seguiré intentando no morir en el intento, que no es poco.

Cónsul general de España en Nueva York