Una semana antes del descubrimiento de las ruinas griegas, los ministros europeos de Economía coincidieron en Madrid en que, en el futuro, sería la banca y no los contribuyentes quienes asumirían íntegramente los costes de las crisis financieras. Esto fue hace algo más de un mes, cuando hacían creer que podían refundar el capitalismo. Entonces el presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, les advirtió de que una excesiva acumulación de regulaciones y de nuevas tasas podía dañar la recuperación económica.

Toda esa convicción política quedó paralizada por una advertencia que amenazaba miedo y los ministros del Ecofin no se atrevieron. Si creyéramos a Trichet, diríamos que fueron prudentes pero si desconfiáramos de ese alto funcionario francés diríamos que fueron cobardes. Ahora, con las «medidas valientes» vemos que se atreven, sucesivamente, con los funcionarios (con los bajos funcionarios, se entiende, Trichet no ha anunciado que se vaya a recortar ni las puntas) y con los que todavía pagan impuestos: las rentas medias. (Se hace creer que si los ricos pagaran impuestos sería «el chocolate del loro» y se mantiene, aun a la vista de la destrucción, que crean riqueza).

John Lipsky, segundo del Fondo Monetario Internacional, otro alto funcionario, sostiene que España y Portugal deben llevar a cabo un ajuste fiscal mayor que el previsto hasta ahora y deberá ser sostenido, en los próximos años, en todas las economías avanzadas. Se puede inferir que los que llaman a lo que se acaba de hacer «medidas valientes» considerarán que cualquier límite o gravamen a las finanzas y a los beneficios serían «medidas cobardes». ¿Le gusta criticar a los funcionarios? Aquí tiene dos (de gama alta, dato importante) para que sepa a quién insultar porque, para decirlo de manera publicitaria, están sancionando «la mayor estafa jamás perpetrada».