La diputada socialista Carmen Ninet pide elecciones anticipadas para abrir un «nuevo tiempo de regeneración democrática». Lo dice Ninet, lo digo yo, lo dicta la sensatez. No hay mayor catarsis que la cita electoral. El tiempo nuevo del que habla la portavoz adjunta del grupo socialista es irrenunciable. Cuando la coyuntura está repleta de interrogantes, despejémoslos con unas elecciones. ¿Quién se opone? La maquinaria de los partidos políticos. En este caso, la del PP. Pero nadie se puede llamar a engaño. También el PSOE ofrece, en estos lances, resistencia. Y activa grandes fuerzas centrípetas. Los partidos subsumen las opiniones, o las neutralizan, en función de la opinión general: la que traslada el partido. Sería un error de gran magnitud no verlo. O se acata el discurso o crujen los resortes de la formación, que necesita de la ortodoxia para subsistir. También es cierto que, bajo el refugio de las siglas, se esconde la esterilidad: el partido elabora la doctrina, así no hay que pensar. Pocos se salvan –nos salvamos– del reflejo del mercenario.

Unas elecciones, sí, como dice Ninet. Unas elecciones pese al brutal abismo que existe entre las dos grandes formaciones políticas, según las encuestas de todo tipo y condición. Las de la izquierda y las de la derecha, las de los medios de comunicación y las que se cocinan al dictado. ¿Es un peligro para el PSPV la convocatoria inmediata de los comicios autonómicos? Desde luego. Por mucho caso Gürtel que reciba la opinión pública, todos los sondeos otorgan una abrumadora mayoría al partido de Camps. Qué se le va a hacer. Las causas serían muchas y algunas muy difíciles de digerir para la oposición. Pero el dato sociológico –si la prospectiva sirve aún para algo, y parece que sí– es indeformable. Y, sin embargo, constituye una trivialidad ante lo obligatorio, que es pasar la página política. En ese punto coincide hasta Camps. De modo que ya somos varios los cobijados bajo el palio de la armonía. Unos, porque exigen, como Ninet, una regeneración democrática. Otros, porque pedimos una purificación ambiental, forzosa tras los dilemas desatados por Gürtel. Y Camps, porque contempla la posible victoria en las urnas como un baño de inocencia y de afirmación soberana: como un signo de «verdad». En fin, a ver si el acuerdo vence los recelos partidistas y seduce a la opinión secuestrada.