Qué pasaría si, pongamos por caso, un sacerdote católico se dedicara a organizar una banda de la porra para perseguir prostitutas a las que dar palizas además de intentar adoctrinarlas para que dejen su oficio? La respuesta es que sería un escándalo de alcance internacional, que periódicos y televisiones abrirían sus ediciones con la noticia, y que nuestros gobernantes actuarían sin dilación, amén de que se convocarían manifestaciones de repulsa contra el sacerdote y se pediría a la Iglesia que impidiera semejantes barbaridades, por no decir que actuaría de inmediato la policía para poner a disposición de la Justicia a semejante bárbaro. Naturalmente, habría manifestaciones públicas en contra.

Bueno, pues esto está pasando pero no con un sacerdote católico, sino con un imán. Sí, en Cartagena hay un imán llamado Yazid Koudri que ha decidido erigirse en guardián de la moral de la ciudad. Se dedica a perseguir a las prostitutas de un barrio céntrico y deprimido de la ciudad, y lo hace acompañado de unos cuantos matones (no se me ocurre otra palabra) que se dedican a amedrentar y pegar a las mujeres que ejercen la prostitución. Ya le han denunciado unas cuantas veces sin que suceda nada, es decir, el tipo en cuestión continúa tan campante. ¿Puede alguien explicarme por qué? ¿Puede alguien explicar cómo es posible que en un Estado de Derecho se permita a un ciudadano particular imponer su peculiar sentido de la moral?

La actuación del sujeto tiene respuesta en el Código Penal, y es absolutamente insoportable que el Estado no garantice la seguridad e integridad de unas mujeres, se dediquen a lo que se dediquen. España es un Estado de Derecho, un país donde la igualdad entre hombres y mujeres es una realidad, donde cada cual tiene derecho a tener sus creencias y su propia moral, y es inaceptable e insoportable que venga un individuo como Yazid Koudri a imponer su moral. Insisto, ¿qué estaríamos haciendo y diciendo si en vez de un imán fuera un sacerdote católico?

Torquemada pertenece a una página negra de nuestra historia felizmente superada y no podemos permitir que nos vengan Torquemadas de otras partes. El Gobierno central, el autonómico, tienen la obligación de acabar con las prácticas de ese sujeto. Y la sociedad entera debe decir alto y claro que no admitimos actuaciones como las de Yazid Koudri. Entre nosotros, no.