Toda la tecnología disponible no es capaz de frenar el vertido de petróleo en el Golfo de México, que causará una catástrofe ecológica de enorme dimensión. Como consecuencia, de cara al futuro, probablemente habrá un parón en los planes de apertura a la explotación petrolífera de grandes áreas marinas hasta ahora preservadas, planes que habían sido dados de paso tras sesudos y convincentes estudios que ponían de manifiesto un riesgo ecológico próximo a cero. De lo que ocurre en el Golfo deberíamos extraer dos enseñanzas: la primera, que no existe técnica capaz de eliminar el riesgo en cualquier tipo de actuación industrial. La segunda, que a partir de un tamaño de operación las consecuencias quedan fuera de las manos y son incontrolables. Esto debería abrir los ojos a los fundamentalistas que tienen fe ciega en la capacidad de la técnica para explotar sin riesgo la energía nuclear.