Quizá a usted no le gusta el fútbol. No albergue ninguna esperanza de que podrá encontrar un rincón de la programación donde cobijarse. Platón presenta en El sofista la idea de symploké, según la cual el discurso sobre la naturaleza exige que algunas cosas tengan que ver con otras, sin que pueda darse el caso ni de que todo lo que existe tenga que ver con todo lo que existe dando lugar a un monismo holístico, ni de que cada cosa que existe sea independiente de todas las demás dando lugar a un pluralismo radical. Platón se equivocaba. Sí existe un elemento que tiene que ver con todos y cada uno de los elementos que componen la naturaleza: el fútbol. Más concretamente, el balón de fútbol. Les reto a que encuentren un anuncio publicitario televisivo en donde no aparezca un balón de fútbol. ¿Se puede relacionar la margarina vegetal, los trajes de un famoso modisto, la telefonía móvil, el detergente para lavavajillas, los cruceros por el Mediterráneo, la cerveza, los cepillos de dientes eléctricos, —los cepillos, no los dientes—, el champú, los palitos de merluza y el rímel para pestañas con el fútbol? Sí, los publicistas lo han conseguido. Chúpate ésa, Platón.

El ser es uno y esférico. Esférico y dividido en hexágonos y pentágonos. Ni siquiera los canales temáticos ofrecen refugio. Permiten escapar del discurso del Rey en Nochebuena, pero se someten al Mundial sudafricano. Odisea, BIO y Canal de Historia programan estos días series de documentales como Desgracias futbolísticas, Ases del fútbol o Todo sobre el fútbol. Algo me dice que Canal Cocina anunciará pronto la emisión de Los platos del Mundial, Cosmo dedicará una serie a cómo visten las mujeres de los futbolistas y TCM repondrá una y otra vez aquél espanto protagonizado por Stallone y Pelé. Asuma que la armonía cónica de las esferas celestes no es más que un presagio de Sudáfrica 2010. Desconfíe de los filósofos que no han tenido en cuenta el fútbol.