Vivimos la era de los grandes telescopios, que nos han permitido comprender un poco más acerca del Universo, aunque en esencia sigamos desconociendo lo fundamental. Precisamente, esta primavera se ha cumplido el vigésimo aniversario del Telescopio Espacial Hubble (HST), cuyo nombre es un homenaje a Edwin Powell Hubble, el científico norteamericano que hace ocho decenios descubrió la expansión del Cosmos. El Hubble es el más famoso, pero convive con sus gigantescos hermanos terrestres, como los Keck de Hawai, el VLT del Observatorio Europeo del Sur (ESO) y el Gran Telescopio Canarias (GTC), el más grande del planeta, recientemente inaugurado en la isla de La Palma. Con sólo 2,4 metros de diámetro en su espejo primario frente a los 10,4 del GTC, la baza del Hubble es su privilegiada posición en el espacio, que le permite observar sin la distorsión óptica que produce la atmósfera en los telescopios emplazados en la superficie terrestre. Gracias a ello, el telescopio espacial nos ha sorprendido en sus dos décadas de vida con hallazgos sorprendentes que han permitido familiarizarse con conceptos difíciles de digerir como los agujeros negros, lugares de densidad inconcebible que, según se supone actualmente, ocupan el centro de las galaxias y de los cuales no sale luz porque la gravedad es allí tan intensa que la velocidad de escape supera los famosos 300.000 kilómetros por segundo.

Pero, como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia de la ciencia, los descubrimientos del Hubble y los grandes telescopios terrestres han llegado acompañados de nuevos enigmas. Y así, en los próximos años, el reto cosmológico será aclarar qué son la materia oscura y la energía oscura, dos de esos nuevos enigmas para los que todavía no hay explicación. Las observaciones recientes postulan que entre un 80% y un 90% de la materia del Universo no podemos verla, es decir, no forma parte de las estrellas, galaxias y objetos celestes que observamos. Asimismo, se ha detectado que la expansión del Universo es más acelerada de lo que se creía, de forma que las galaxias se alejan unas de otras, como si las moviera una fuerza repulsiva, a la que los astrofísicos han llamado energía oscura. No sabemos dónde está toda esa materia perdida ni qué es esa energía invisible, y hay trabajo duro para descifrar el enigma a lo largo de esta próxima década.

Y, precisamente, en medio del gigantismo telescópico que nos invade, uno de los principales encargados de semejante papeleta será un observatorio que tendremos al lado de casa, aparentemente modesto por la envergadura de su instrumental, pero realmente enorme por el reto que afronta. Se trata del Observatorio Astrofísico de Javalambre, cuyas obras acaban de ser adjudicadas a la unión formada por la empresa tecnológica Amos y la constructora valenciana Torrescamara. Creado en el pico turolense del Buitre, a casi 2.000 metros de altitud, por el Centro de Estudios de Física del Cosmos de Aragón (Cefca), este observatorio tendrá como telescopio principal un reflector de tan sólo 2,5 metros —más o menos como el Hubble. Haciendo un símil fotográfico, será un gran angular cósmico, ya que su cometido es algo que no se ha hecho hasta ahora: cartografiar el Universo con tal acúmulo de datos que será necesario establecer en Teruel un centro de computación para procesarlos.

A diferencia de los mayores telescopios del mundo, que llegan más lejos pero tienen limitado su campo óptico, el reflector de Javalambre estudiará cada noche un amplio sector del cosmos e irá analizando minuciosamente los datos en los próximos años. ¿Para qué? Ni más ni menos que para explicar lo que actualmente desconocemos sobre la materia y la energía oscura. No tendrá las mismas condiciones que el Hubble, pero casi, porque se ha acreditado ya internacionalmente que el cielo de Javalambre, esa sierra turolense tan querida por los valencianos, es el mejor del mundo. Mariano Moles, el director del Cefca, lo sabe desde hace más de 20 años, cuando empezó a pelear por este proyecto, que ahora, por fin, verá la luz. Tal vez incluso la que aún no podemos atisbar de ese universo perdido.

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