Después de contribuir con su abstención a que el decretazo pudiera salir adelante, Josep Antoni Durán i Lleida, explicó cuáles había sido las razones de ese gesto. Los nacionalistas catalanes evitaban así la catástrofe de que España pasase a ser intervenida, como sucedió con Grecia. Pero, a continuación Duran calificó al presidente del Gobierno de «cadáver político» y le animó a donar sus órganos.

Se trata, claro es, de una metáfora aunque sea propia del pragmatismo ácido del doctor House. El portavoz de Convergencia i Unió aprovechó las imágenes funerarias para poner de manifiesto lo que muchos piensan: que a nuestro país le cuadra a la perfección un paisaje de duelo. Y, siendo así, el mejor servicio que podría prestar Rodríguez Zapatero es dedicarse en los dos años mal contados que le quedan por delante a hacer el trabajo sucio pendiente. Total, nada de lo que pueda llevar a cabo servirá para que el actual inquilino de La Moncloa permanezca una legislatura más en el caserón. De hecho, sólo su incineración inmediata —sigo con las metáforas, y continúo refiriéndome al cadáver político—, es decir, la salida del poder dejándolo en manos de otro correligionario más apto, permitiría pensar en la eventualidad de un milagro capaz de conseguir que el partido socialista ganase las elecciones de 2012. Un milagro al estilo del que hizo el mesías con Lázaro porque, salvo en el caso bien anómalo del presidente Suárez, semejante gesto no figura en la agenda de los poderosos. Así que lo que le pide el portavoz de CiU al señor Zapatero es que, de perdido como está, se arroje al río. Que imponga la reforma laboral manu militari —entiéndaseme, por favor: más metáforas. Que eche a la calle a lo que sobra de la administración pública. Que alivie ministerios, descabece el cuerpo nutrido de asesores, desherede a los sindicatos y corte el grifo a los partidos políticos. Que haga ahora mismo todo eso que, de tener que emprenderlo su sucesor, le dejaría en manos del verdugo. Es lo único bueno que tienen los cadáveres: no pueden empeorar. Pero mediante un suicidio que nada va a añadir a su muerte política, seguido de la donación de vísceras y menudillos, el presidente Zapatero podría demostrar cuánto sentido del Estado tiene allanando el terreno de quien herede su cargo. ¿Y quién sería éste? Es evidente porque no cabe imaginar que los socialistas puedan volver a ganar en las urnas. Pero da lo mismo; de lo que se trata es de aliviar el futuro político del país y no de poner parches al propio interés.

El programa sonaría razonable si estuviésemos en un país europeo, maduro y democrático, en el que las elecciones sirvieran para ofrecer a los ciudadanos una panoplia de alternativas entre las que elegir. Pero no nos encontramos en Alemania, ni en el Reino Unido, ni siquiera en Francia. Así que la sugerencia de Durán i Lleida parece casi un chiste. Como el que se dedicaría, por ejemplo, a quien no ha sabido sacar adelante la reforma del Estatut de autonomía ni promover un gobierno CiU-PSC en Cataluña y se le pide ahora que se convierta en De Gaulle.