Como muy bien dice Vicenç Navarro, catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Public Policy, la crisis que están viviendo algunos países europeos se está atribuyendo a su excesivo gasto público, que se supone ha creado un elevado déficit y una exuberante deuda pública, escollos que dificultan seriamente su recuperación económica. De ahí las recetas que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y el Consejo Europeo han estado imponiendo a aquellos países: hay que apretarse el cinturón y reducir el déficit y la deuda pública de una manera radical. Pero no es del todo cierto.

Por otra parte, la falta de crédito se debe al excesivo poder del capital financiero y su influencia en la Unión Europea y sus Estados miembros. Fue la banca la que, con sus comportamientos especulativos, fue creando burbujas que, al estallar, han generado los enormes problemas de falta de crédito. Y ahora están creando una nueva burbuja: la de la deuda pública. Su excesiva influencia sobre el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el BCE (este último mero instrumento de la banca) explica las enormes ayudas a los banqueros y accionistas, que están generando enormes beneficios. Consiguen abundante dinero del BCE a bajísimos intereses (1%), con el que compran bonos públicos que les dan una rentabilidad de hasta un 7 y un 10%, ayudados por sus agencias de cualificación (que tienen nula credibilidad, al haber definido a varios bancos como entidades con elevada salud financiera días antes de que quebraran), que valoran negativamente los bonos públicos para conseguir mayores intereses. Añádase a ello los fondos de alto riesgo, que están especulando para que colapse el euro y que tienen su base en Europa, en el centro financiero de Londres, la City, llamada el Wall Street Guantánamo, porque su falta de supervisión pública es incluso mayor (que ya es mucho decir) que la que se da en el centro financiero de EE UU. Como bien ha dicho Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, con todos los fondos gastados para ayudar a los banqueros y accionistas se podrían haber creado bancos públicos que ya habrían resuelto los problemas de crédito que estamos sufriendo.

El mayor problema hoy en la UE no es el elevado déficit o deuda (como dicen insistentemente la banca y los gobiernos), sino el escaso crecimiento económico y el aumento del desempleo. Ello exige políticas de estímulo económico y crecimiento de empleo en toda la UE. No ha habido una crisis de las proporciones actuales en el siglo XX sin que haya habido un crecimiento notable del gasto público y de la deuda pública, que se ha ido amortizando a lo largo de los años a base de crecimiento económico. El mayor obstáculo para que ello ocurra en la UE es el dominio del pensamiento liberal en el stablishment político y mediático europeo, imponiendo políticas que serán ineficientes, además de innecesarias. Y todo para asegurar los beneficios de la banca. Así de claro.

No dudo de que, por sentido común, los gobiernos intenten contener el gasto público para evitar un excesivo endeudamiento, pero las medidas puestas en escena se concentran en el recorte en prestaciones sociales y en el esfuerzo económico mayoritario de las clases medias y los más desfavorecidos. Sin cuestionar que nuestro presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, se sienta presionado y obligado por la UE a adoptar estas medidas, que no gustan a nadie, sería más que recomendable que lo realice con el talante que siempre le ha caracterizado, con la verdad por delante, contando con el Partido Socialista, y evitar la ruptura del diálogo social con los sindicatos. De lo contrario, proyectaría una imagen de sumisión al capital, difícilmente entendible por la izquierda.