Los cimientos de barro con los que ha crecido nuestro país ya los inició Aznar y los continuó Zapatero. España aún no ha pagado las consecuencias de un crecimiento inconsistente. Pero el día 12 de mayo del 2010 será para muchos el inicio del fin de la era Zapatero. No obstante, el comienzo de su caída se produce bastante antes de las elecciones de marzo del 2008. Pues es de los príncipes que describe Maquiavelo cuando dice: «Quienes de ciudadanos privados pasan a príncipes ayudados por la fortuna, lo consiguen con poca fatiga, pero mantienen el poder con no poco esfuerzo. Ninguna dificultad hallan en su camino, pues vuelan, pero todas las dificultades surgen una vez instalados». Y ello es debido al estilo cesarista que Zapatero ha establecido en el partido y en el gobierno, eliminando a los críticos y nombrando aduladores. Enrocarse no le va a salvar y lo único que servirá es para alargar su agonía. El gobierno ya está en descomposición y ahora los socialistas deben procurar evitar que Zapatero no arrastre en su caída a su partido a una derrota ignominiosa.

Como Ignatius, el protagonista de la admirable novela de John Kennedy Toole «La conjura de los necios», va embarrando todo lo que dice o toca y cree que todos se conjuran contra él. Su estilo de gobernar se ha convertido en lo que Maquiavelo señala al decir : «lo que hoy dicen tantos falsos prudentes: que conviene ganar tiempo; y se guiaron por su propia prudencia y virtud; porque el tiempo puede tergiversar las cosas y hacer pasar el mal por el bien y el bien por el mal». El problema que tiene el PSOE es que, al eliminar Zapatero el debate interno y nombrar a personajes grises, impide el descubrimiento de potenciales líderes y ha provocado lo peor que le puede pasar a una organización, primar la mediocridad. Exacerbado con otro error grave, prescindir de la experiencia política y veteranía de compañeros de su generación y de la que le precede y de los valores solidarios que corresponde a los buenos compañeros. Todo con la excusa de una falsa renovación, para ser él el único referente en liderazgo del partido. Con lo que el partido socialista se enfrentará a la pérdida de poder huérfano de delfines válidos para sustituir a un líder quemado ante el electorado y con una crisis ideológica y humana.

Y el via crucis del socialismo será doble, aguantar las críticas de la incompetente gestión de Zapatero y buscar desde cero a un nuevo líder que haga renacer la ilusión entre el electorado progresista. Lo más aconsejable para el socialismo es que convoque pronto elecciones y las pierda. Antes de que el estallido final y más grave de la crisis les pille gobernando y sufran la derrota más humillante de la socialdemocracia europea, enviando por lustros a los socialistas a la oposición y condenados a leer la «Consolatio» de Cicerón.