La volatilización del sistema bancario valenciano no es sólo una cuestión financiera. Tiene que ver con una crisis de liderazgo político. Es decir, de autoridad. Un gobernante sin autoridad no es nada: un gobernante legitimado por la representación ciudadana, claro. Sin esa potestad, el «líder» sólo proyecta desdén. La capacidad de influencia no ha de ser cruda (caer en el cesarismo) sino vaporosa, limitándose en ocasiones a señalar el territorio a la ciudadanía y el camino a los poderes sociales. Para ser referente de la clase dirigente y del ciudadano, un presidente ha de iluminar el campo de acción y conducir el juego. Mucho más en procesos decisivos, como el de CAM y Bancaja.

Con la segregación de ambas cajas hacia otros paraísos españoles, Camps ha evidenciado todos estos déficit. La percepción de su falta de autoridad ha sido homérica. Su posición como elemento referencial ha caído hasta límites insospechados. No ha aparecido durante el proceso, y esa ausencia ante la «transformación» financiera valenciana es también su mayor error. Podía haberlo subsanado de haber exhibido su combate para que las cajas valencianas se fusionaran o al menos cada una de ellas no obviara su centro de poder fundacional. Con ese precedente, la situación actual –el sentimiento de pérdida– se hubiera podido justificar con la fórmula del enemigo exterior: por la intromisión de Rajoy, Zapatero y el gobernador del Banco de España, por la crisis internacional o la complejidad del ajuste financiero español. Explicación difícil, con los ejemplos autonómicos a mano. Sobre todo el de Feijóo, aunque al gallego el paisaje le puede cambiar todavía.

Su renuncia a la lucha, sin embargo, es lo que ha producido un severo deterioro de su liderazgo social. La falta de autoridad ha dejado perplejos a los empresarios (cuya opinión es coyuntural: se opusieron a la fusión valenciana, lloran hoy el viraje) y a buena parte de la sociedad civil.

No es fácil recuperarlo. Un presidente indiferente a los acontecimientos, alanceado como está con el caso Gürtel, tiene serios problemas. O mejor, se le acumulan los problemas. ¿Puede solventarlos con un cambio brusco de horizonte? ¿Está en condiciones de recuperar la autoridad? Dicen sus próximos: el crédito lo otorgan las urnas y Camps tiene mayoría absoluta. No. Son mundos paralelos pero no convergentes. Y su liderazgo está en suspenso. Lo estaba ya. Gürtel lo golpea a diario. Pero ahora la carencia se ha expuesto en toda su plenitud: el asunto del que hablamos es de mayor calado. Y es colectivo, no «personal». Está en relación con la estructura y el poder autonómico.

En el extravío de las cajas valencianas, el presidente ha actuado por omisión. La sensación de que no las ha defendido le ha dejado tocado.