Helen Thomas —89 años—, una auténtica leyenda del periodismo norteamericano, ha anunciado que se retira y renuncia a toda actividad periodística. La veterana periodista ha adoptado tal decisión después de recibir una seria amonestación de la Casa Blanca, tras poner en la picota a Obama y a Israel pidiendo a los israelíes en una página web, que se vayan a «su casa» en Alemania, Polonia, Estados Unidos «o donde sea». Ha sido el último enfrentamiento de Helen con quienes ella nunca consideró amigos por mucho que le rascaran la espalda. Obama no la engañó jamás. Ella sabía que la amistad entre los periodistas no apesebrados y los políticos de cualquier color es una milonga, y que Obama en un caso así actuaría como ha actuado, por eso no temió perder amigos que siempre supo que no tenía. No ignoraba a lo que se exponía denunciando a cara de perro la crueldad de Netanyahu, puesta de relieve con el violento abordaje a los barcos que pretendían acercarse a la franja de Gaza. La famosa articulista, ya de vuelta de la aventura de la vida, ha respondido al tirón de orejas de la Casa Blanca con su proverbial entereza. Algo así como: «Para lo que me queda de estar en el convento…»

Corren malos vientos para la libertad de expresión. Mal mensaje al mundo libre el que transmite Estados Unidos, país considerado como adalid de todas las libertades y por supuesto también de la libertad de prensa, obligando a pasar al ostracismo a la anciana y respetada periodista. Que un icono como la mítica líder de opinión, que ha sobrevivido a dos guerras mundiales, y a las más diversas incursiones del imperialismo norteamericano por todo el globo terráqueo, haya caído fulminada a sus casi noventa años por opinar, y hacerlo público, que Israel se está pasando en los métodos de prevención de la integridad de sus fronteras, es la prueba del nueve de que la estrella de Obama pierde intensidad. Que en el fondo, como todos sus antecesores, recibe su luz del lobby judío, al que, pese a ser el presidente del país más poderoso del mundo, teme incomodar. La andanada de Helen ha sido un aviso de que no todos los norteamericanos ven con buenos ojos el incondicional respaldo de su Gobierno a las políticas agresivas de Israel, y el empleo por parte de los israelíes de métodos parecidos a los de aquellos que los masacraron en una época triste de su historia. No cabe negar que Helen se pasó un tanto con la invitación a marcharse del territorio que las potencias occidentales les adjudicaron a los israelíes de la diáspora, producida por la persecución de que se les estaba haciendo objeto en la Europa central y aún en la del Este. Porque es cierto que hubo una Alemania nazi que masacró seis millones de judíos, pero también lo es que existió un Kiev que muchos parecen querer olvidar. Un Kiev en el que la persecución también alcanzó para los judíos caracteres terroríficos.

También es verdad que el «váyanse ustedes» de Helen Thomas está teñido de un fuerte color antisemita y que a los periodistas no nos ha elegido nadie para hacer política arrogándonos decisiones que no nos son propias, sino que lo nuestro es analizar y mostrar al mundo lo que hacen los políticos. Y también cuando miran para otro lado, a la espera de que el tiempo, el gran curandero de todos los males, aporte soluciones que ellos no saben o no tienen valor para adoptar. Los que escribimos en los periódicos no somos quienes para decirle a nadie que se marche de ningún sitio. Con ser honestos con nosotros mismos y poner la verdad a la vista de todos los que nos lean, sin dejarnos amilanar por los poderes que tratan de acallarnos, tenemos bastante para dormir con la conciencia tranquila. Las decisiones son de los políticos, que para eso les pagamos por vía directa, aunque no tanto como se suelen llevar de tapadillo.

Es lamentable que las injusticias o abusos de poder, de un mandatario que se cree con patente de corso para actuar como le venga en gana, en unos tiempos en los que parecía que todas las libertades eran ya inviolables e irreversibles, obligue a una profesional de prestigio universal como la abuela de todos los periodistas de habla inglesa, a optar por el silencio ante las salvajadas de quienes con tanta facilidad han pasado de ser victimas a verdugos. Y ello sin dejar de reconocer que existe un antisemitismo, alentado por las reacciones de los mandatarios israelíes, tan cercanas al concepto de guerra total de Hitler y sus generales. No olvidemos que los palestinos fueron obligados por las potencias occidentales a ceder parte de su tierra a los judíos provenientes de Alemania, Polonia, Rusia y de los más diversos países de Europa.

Estado de gracia

Berlusconi ha puesto en su sitio a nuestro Zapatero prodigioso. Se presentó, le dio el micrófono, y les espetó a los asistentes a la anunciada rueda de prensa conjunta: «Aquí les dejo con Zapatero en estado de gracia, después de visitar al Papa.» Dio media vuelta y se marchó a continuar con su trabajo. No quiso perder ni un segundo con quien sabe que pertenece ya al pasado político de España y de Europa. Por cierto, una Europa por la que ha pisado de puntillas sin que casi nadie se diera cuenta. ¿Y todavía existen dudas sobre si el PSOE debería hacer un esfuerzo por sustituir a Zapatero por un político con cara y ojos, de los varios que tiene en sus filas? O convocar elecciones anticipadas. Cualquier cosa, menos obligarnos a seguir aguantando la rechifla internacional. Pero, ya se sabe que, incluso para el comandante González, la culpa de todo la tienen el Partido Popular, Aznar, Rajoy y Cospedal. Claro, por no haberse hecho el «harakiri» y dejar todo el campo libre para la bis cómica de Zapatero, ¿verdad, usted?...