La razón de la falta de acuerdo entre los agentes sociales sobre el mercado de trabajo es que no son representativos. Tampoco lo son Gobierno y partidos, por lo que, aunque pacten algo «in extremis», no servirá de mucho. Los interlocutores de verdad son dos fantasmas: por un lado, los mercados y, por el otro, la calle. Sindicatos y patronal han jugado sus cartas como testaferros, echando miradas al techo de la sala en busca de alguna señal de los fantasmas, pero nada. Casi todo el mundo sabe que la reforma en sí no hace mucha falta, ni servirá para gran cosa, y el asunto es dar a los mercados algo que les contente, sin cabrear del todo a la calle. Los mercados en el fondo piden las llaves de la ciudad, en prueba de rendición, como en el cuadro de «Las lanzas». La calle pide que se respete un algo de su antigua dignidad. Pero dar con la medida es difícil cuando uno trata con espectros.