Los complejos del PP y especialmente de Rajoy desde 2004 no han cesado de alimentarse y de retroalimentarse. Herederos o usufructuarios de los restos de la debacle a la que les llevó Aznar, perdieron el rumbo incrédulos y atónitos en una labor de oposición tan desleal como improductiva. En 2008, con toda la carne en el asador y acusando a Zapatero de romper España, la familia, de haberse arrodillado ante ETA y de ser el eje del mal, volvieron a perder. Después llegaron las dudas del proyecto de Rajoy y en el famoso congreso de Valencia tutelado ¡ay! por el otrora líder de los líderes, Camps, cambiaron de caras y de formas. Y cuatro años por delante. ¡A ver si ahora podemos con ZP!

La crisis económica y financiera mundial se cruzó en las aspiraciones legítimas de un partido con vocación de estado que aspira a gobernar. La estrategia a seguir era clara: cuanto peor, mejor. Y así, durante casi dos años, la ciudadanía no ha podido oír ninguna propuesta del PP para arrimar el hombro en una situación tan difícil y que nadie preveía que fuera a agudizarse en el tiempo. Cada dato negativo era jaleado, supongo que sin darse cuenta que no sólo se trataba de que al Gobierno le fuera mal, sino que también y, más importante, a millones de españoles. Pero las encuestas a veces son lo más importante.

Las primeras semanas de mayo la tempestad económica se convirtió en un verdadero huracán especulativo que puso en riesgo incluso al euro, o lo que es lo mismo, a toda la economía de la Unión Europea. Conjuntamente se tomaron medidas que de manera similar se han aplicado en todos los Estados europeos, desde los más ricos del norte a los menos del sur. Y la crisis que hasta ahora había tenido como consecuencia más visible el aumento del paro y en las dificultades de incorporar a casi dos millones de trabajadores de nuevo al mercado laboral, extiende sus tentáculos sobre el resto de la sociedad.

Y de nuevo, el PP aprovecha la impopularidad de las medidas adoptadas y los resultados de las encuestas para situarse en el hemiciclo marginal, en donde un partido de Estado no debería nunca estar. Sin rumbo ni dirección, por no hablar de patriotismo del de verdad, del de cuando van las cosas en serio, el PP de Rajoy sólo puede jugar a la contra. A la contra del Gobierno, claro. Y seguir esperando. Hasta Merkel insistió a Rajoy para que rebajara su crítica por el mal que hacía a España y de rebote a toda la Unión Europea.

No sabemos cuál es su receta, pero Cospedal advierte que ellos defenderán a los trabajadores y González Pons afirma que le darán a los pensionistas lo que ZP les quitó. Creo que ni siquiera es populismo o demagogia, simplemente es inconsciencia y amoralidad pública. No voy a insistir más en el doble lenguaje que tienen en las comunidades en que gobierna el PP, donde el despilfarro, la corrupción, la opacidad y sobre todo la parálisis son el pan de cada día. Lo más grave de todo es que cuando se juega con fuego, como es habitual en la derecha, uno se puede o no quemar.

Pero las urgencias de Rajoy de redimirse y de superar los complejos acumulados durante seis años le obligan a jugar a la ruleta rusa. Y esto conlleva un verdadero peligro para todos. Si seguimos disparándonos en la sien, alguna vez el arma estará cargada, y entonces poco importará quién apretó el gatillo. Sólo recordaremos que fueron Rajoy y los suyos los que introdujeron la bala en el tambor del revólver. Pero puede que entonces ya sea tarde para todos.

Alcalde de Xirivella (PSPV)