En un ejercicio de autocrítica política que le honra, pues le puede hacer perder votos, el ministro de Fomento no se recata en afirmar que, con la crisis actual, el Plan Estratégico de Infraestructuras del Transporte (PEIT) impulsado por el Gobierno va a reformularse a la baja. A pesar de ello, ayer en Santander volvió a dar garantías sobre la Línea de Alta Velocidad (LAV) Valencia-Madrid, y ello tras haber mirado de soslayo al presidente de Cantabria («para ahorrar 15 minutos, no podemos gastarnos 2.000 millones de euros más, lo pida quien lo pida»).

Analizar los proyectos de la Comunitat Valenciana que ya se han aplazado o pueden hacerlo necesita de más certezas y espacio que el papel aquí disponible, por lo que antes de entrar en los problemas de la ciudad de Valencia, veamos la botella medio llena, de los proyectos que nos afectan:

— LAV Valencia-Madrid. Con el esfuerzo de muchos, es la realidad plasmada hoy en la estación provisional, ya casi en condiciones de recibir el primer convoy en ancho europeo. Cabe pensar que en diciembre también estará en funcionamiento el intercambiador de anchos que permita enlazar con Castelló con un mismo tren AVE, aunque se viaje más lentamente en este tramo.

— LAV Albacete-Madrid. Su grado de finalización es ya muy alto. De nuevo, exigir el intercambiador de ancho, pues con él, la reducción de tiempo de Alicante y Elche con Madrid será importante.

— Vandellòs-Reus. Ir de Castelló a Barcelona en 90 minutos depende de superar la centenaria monovía entre Vandellòs y Tarragona. El año que viene desde Vandellòs se llegará a la nueva estación Tarragona-Reus, donde un intercambiador (el tercero) permitirá acceder a la LAV Madrid-Barcelona. Una obra que por lo avanzada que está y por su valor estratégico nadie va a replantear.

— Mantenimiento de la actual red de ancho ibérico con Madrid. Entre las razones que justifican la LAV con Madrid, está la liberación de las vías actuales para su uso para mercancías y cercanías. Este recurso depende del uso que nuestras redes comerciales vayan a hacer del tren en sus transacciones con el entorno de Madrid.

Valencia tiene un reto ciudadano que conocemos como Parque Central, que no hay que confundir con la llegada del AVE. La LAV es sólo una etapa, como lo fueron, con menos festejos pero igual importancia, las obras en Fuente de San Luis para disponer de una zona operativa, enmarcada en la ambiciosa decisión que Valencia deje de ser una estación terminal, para ser, en coherencia histórica y económica, nudo de paso, tanto para el Corredor Mediterráneo como para el acceso de Madrid a Castelló. Cuando dentro de unos meses se ponga en servicio la LAV, celebrémoslo, pero con la conciencia de que el problema dista mucho de estar resuelto, pues no se puede hablar del Parque Central sin el soterramiento de las vías que soporten el nudo de Valencia. La solución está en los 6 kilómetros de eje pasante, hasta las inmediaciones de Alboraia, para cuyo funcionamiento es inevitable ejecutar tanto la Estación Central subterránea como la parte del canal de acceso al oeste de la ciudad que queda por hacer (en total, unos 1.400 millones de euros). Sin todo ello, no habrá Parque Central, aunque tenga su racionalidad empezar a ejecutarlo urbanísticamente en la parte que va a quedar libre de explotación ferroviaria y que no se va a ver afectada durante las obras.

Sin embargo, con la revisión del PEIT, el problema con que ahora nos enfrentamos es la falta de seguridad y calendario en la ejecución del soterramiento que debe suturar una ciudad cruzada de vías en superficie. Estamos hablando de necesidades reales y de proyectos de construcción ya redactados, que deberían ser suficientes para que su ejecución formase parte de los proyectos que Fomento mantenga en su cartera para los próximos meses. El problema de la sociedad valenciana es alejar el fantasma de una suspensión de trabajos hasta nueva orden, aunque demos por hecho que determinados retrasos son inevitables. Los recortes asociados a la crisis van a suponer un cribado de proyectos del PEIT, que Fomento debe plantear de forma rigurosa. En consecuencia, desde Valencia hemos de manejar las máximas solvencias que seamos capaces de desplegar.

Cuando Fomento va a ajustar la ejecución de proyectos a un escenario de recursos más estricto, ya se están despertando muchas presiones territoriales, empresariales, políticas, etc. En esta situación, Valencia necesita poner de manifiesto, con la coordinación de todas las instituciones sociales, empresariales, políticas, sociales y metropolitanas (hablamos también de unas nuevas cercanías), lo necesaria y rentable que es la travesía ferroviaria de la ciudad para ella misma y para buena parte del Estado. Ha llegado el momento de juntarnos todos, no sólo para argumentar lo que necesitamos, sino para aportar nuestro grano de arena, incluido el papel que podría jugar en esta operación el capital privado.

Catedrático de Ciencias de la Computación. Universitat de València