El pasado martes, el Ministerio de Educación hizo públicos los resultados de una evaluación nacional a alumnos de 4º de Primaria de toda España. Y los resultados son, como mínimo, preocupantes: la Comunitat Valenciana ocupa el último lugar entre todas las autonomías en la puntuación global. Se trata de un dato que habla de los problemas del sistema educativo autonómico. La excusa del conseller de Educación, Alejandro Font de Mora, que extendió el fracaso a todo el sistema educativo nacional, resulta, cuanto menos, discutible. ¿Acaso el resto de comunidades autónomas, todas esas que han quedado por encima en la puntuación, no están sometidas al mismo marco legal que la valenciana? ¿Dónde radica, pues, la diferencia? Evidentemente, en algo se está fallando. El innegable esfuerzo hecho a lo largo de los últimos siete años, con la construcción de 365 nuevos centros escolares, como detallaba días atrás el presidente de la Generalitat, ha dejado probablemente uno de los parques inmobiliarios más nuevos, pero parece que se han descuidado otras parcelas. Como la del profesorado: se reducen las plantillas, no se cubren las bajas, no se incentiva la formación... En conjunto, la inversión per cápita por alumno es, además, la tercera más baja de toda España y año tras año se aumentan las ratios por aula. Circunstancias todas ellas que obligan a una profunda reflexión sobre la situación del sistema educativo valenciano, porque si seguimos así corremos el riesgo de perder el tren del futuro y de la competitividad, que pasa por una enseñanza de calidad.