El patético esperpento que ha montado el PP con las supuestas escuchas ilegales a que estaba sometida su sede en un acto de Rita Barberá, responde a un burdo mecanismo: si acaso, quizá, esto fuera cierto, entonces aquello también (el caso Gürtel) sería falso. Se trata, sin embargo, de un razonamiento equivocado, porque ambas posibilidades podrían ser verdaderas (que estuvieran siendo espiados y que lo de Gürtel respondiera a los hechos realmente ocurridos); aunque, al ser la primera posibilidad falsa (no estaban siendo espiados, tal como les dijeron y demostraron desde el primer momento y antes del esperpento, y como a posteriori confirmó la juez), sigue en pie, sin embargo e igualmente, la segunda (el caso Gürtel).

Una cosa queda clara: así como nadie ha podido demostrar, ni es creíble, la existencia de una conspiración de ministros, jueces, fiscales, policías y oposición contra el partido, sí que ha quedado demostrado lo contrario, es decir: una estrategia y una intencionalidad entre los miembros del partido para soltar tinta, una conspiración para dilatar el caso buscando no un «giro copernicano», sino una «contrarrevolución ptolomeica»: si recurrimos contra la idoneidad de los astrónomos asignados y alegamos un uso ilegal o nocturno del telescopio, entonces la Tierra no se mueve y está en el centro.

En fin, y para terminar con esto que parece no tener fin, no deja uno de sorprenderse por la solemnidad y dogmatismo con que se hacen afirmaciones que son manifiestamente falsas, cuando no simples tonterías. Así, por ejemplo, en plena vorágine gratuitamente acusadora («pedimos justicia», «vulneran el Estado de derecho»; campaña de «acoso y derribo»; «grabaciones y escuchas ilegales»; «lo que le está pasando al PP le puede pasar a cualquier ciudadano»; «queremos vivir tranquilos»…), José Císcar, vicesecretario general del PP en la comunidad, pontificaba: «En política no existen casualidades», dijo, quedándose tan pancho. Cuando lo cierto es que si las casualidades existen en todas partes, en el tropezón de Piqué que acabó en gol contra España y en las recombinaciones genéticas de la selección natural, ¿por qué coño no van a existir las casualidades en política? ¿Es ésa una verdad de razón o de experiencia, o una ocurrencia que le tenemos que creer porque sí? ¿Eh? ¿Por qué no existen las casualidades en política?