La señora Merkel, cancillera de Alemania, ha tenido a bien aclarar lo que nos está pasando. La retahíla de sustos, amenazas y castigos que sufrimos es una consecuencia de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, y ese diagnóstico viene a ser una justificación del ajuste doloroso que nos aplican. Pero tras digerir el susto y tentarnos las carnes por aquello de comprobar las huellas de nuestro pecado, no puede decirse que sean éstas evidentes. ¿Vivir por encima de nuestras posibilidades? ¡Vamos, hombre, o, mejor dicho, mujer, que es lo que es la cancillera! Si no recuerdo mal, el origen de los palos que nos dan ahora se encuentra en los bonos basura, es decir, en el enriquecimiento abusivo de determinados financieros dedicados a expoliar al prójimo. Por lo que hace al Reino de España, el síntoma se agravó gracias al ladrillazo, y éste habría sido imposible sin la connivencia de pícaros dedicados a los oficios complementarios de sobornar y ser sobornados. La combinación de banqueros insaciables, políticos corrompibles y delincuentes metidos a la promoción inmobiliaria, unida a la tontuna de quienes nos gobiernan, dio lugar a lo que padecemos. Se ve que el vivir por encima de nuestras posibilidades consiste, pues, en leer en la prensa del corazón los episodios domésticos —bodas y bautizos— de los protagonistas del cuento de la lechera transformado en central de productos lácteos.

Para pagar ese tren de vida desmedido (de otros) que ha llevado a un endeudamiento brutal público y privado, se anuncian ahora medidas durísimas y ajustes bárbaros. Pero cualquiera que sepa de qué va la economía habrá deducido sin necesidad de grandes razonamientos que el plan de ajuste va a conducir a una retracción brutal de la demanda, lo que hará que el crecimiento se quede en nada. Y como sin crecimiento no hay generación de empleo, el paro subirá. Con él, disminuirán los recursos particulares y colectivos, es decir, aumentará la deuda de origen. Así, la pescadilla se habrá no ya mordido la cola, sino amputado cualquier medio de locomoción imaginable.

Pero no se inquieten: igual que hay bomberos y ambulancias, existen los Fondos de Rescate. Aunque, de momento, para lo único que se emplee ese dinero —el único existente hoy— sea para aliviar las miserias de las cajas y de los bancos. Más de cuatro mil millones de euros piden Caja Madrid y Bancaja que les sean concedidos para afrontar la fusión fría, que es como han dado en llamar a eso de seguir haciendo lo mismo pero a costa aún más ajena. Las entidades financieras se agrupan siguiendo el modelo del Sistema Institucional de Protección que, o mucho me equivoco, o mantiene buena parte del modelo inviable. Pues bien; lo peor será cuando, después de las fusiones, los rescates y los sistemas, venga la cancillera de turno para decirnos que eso nos pasa por vivir por encima de nuestros deseos. «Vivere pericolosamente», aconsejaba Mussolini. Solo que, en nuestro caso, el malvivir como podamos terminará por ser lo más peligroso de todo lo que nos dejen por delante.