Esta semana, los rayos del sol penetran sobre el hemisferio norte con toda su intensidad. Alrededor del solsticio de verano, cuando las noches son más cortas, recibimos abundante radiación solar, aunque las temperaturas más altas suelen registrarse algo más tarde, en los meses de julio o agosto. Es decir, el calor extremo acontece precisamente cuando tenemos entre una y dos horas menos de sol que a mediados de junio. Para explicar por qué lo peor de la canícula no llega a nuestras latitudes cuando el sol está en lo más alto podemos referirnos a la facilidad con que la Tierra pierde calor, incluso en verano. Si la cantidad de calor que se acumula durante el día es igual a la que se irradia por la noche, la temperatura se mantiene más o menos estable. Sin embargo, durante las próximas jornadas el balance seguirá siendo netamente favorable al calor «añadido». Incluso con temperaturas de menos de 5 grados en el interior peninsular, el verano ha llegado para quedarse.