Al final no se trataba de medidas, sino de gestos y presiones. Zapatero hubiera podido despedir a la mitad de los funcionarios, cerrar todas las escuelas públicas y aplicar un copago del 99% en farmacias y hospitales, y la prensa económica británica hubiera continuado poniendo en duda la capacidad española de enderezar el déficit. Corbacho podría anunciar la jubilación a los 80 años y alargar el período de cálculo a toda la vida profesional del demandante y a la de sus padres y abuelos hasta siete bíblicas generaciones, y los voceros de Berlín hubieran mantenido bajo sospecha la sostenibilidad de las pensiones españolas. Pero la iniciativa de hacer públicas las pruebas de esfuerzo de la banca española y de exigir lo mismo al resto de las compañeras europeas de viaje, amén quizás de otras maniobras no reveladas, junto al temor de matar a la gallina, han provocado un giro de posiciones. De repente, los esfuerzos españoles para reducir el déficit son buenos, bonitos y baratos, e incluso el gran patrón Obama llama desde el corazón del imperio para saludar a tan aplicado vasallo. El semestre español de presidencia europea se cierra entre alabanzas cuando sólo una semana antes amenazaba desastre y naufragio. Lo que un día no sirve para nada, al día siguiente tiene las virtudes del bálsamo de Fierabrás. Ergo, tanto da el contenido real; lo importante es gestionar la imagen a golpe de maniobra.

Sólo así se entiende que el llamado Directorio haya dado por bueno el decreto de reforma laboral y lo haya sumado a los argumentos para absolver al Gobierno español. Simplemente, no lo han leído. Importaba que hubiera un decreto sobre la mesa para anunciar que la reforma se había puesto en marcha, y para ello debía publicarse antes de la eurocumbre de junio; el contenido era lo de menos. Si nuestros vigilantes socios hubieran analizado cuidadosamente el texto y descubierto lo que realmente modifica, lo hubieran devuelto a Madrid con la siguiente nota: «Esto ni es reforma ni es nada, esto es una carraca.» Y como lo es, el Gobierno ha aceptado tramitarla como proyecto de ley. Para tal destino no hacía falta transitar la vía del decreto, pero lo que contaba era el gesto. Como cuenta ahora el gesto de anunciar el inminente abordaje del sistema de pensiones; poco importa que nadie sepa exactamente cómo. Con un poco de suerte, antes de que el estropicio sera irreparable habrá cambiado el signo de los ciclos económicos y podremos volver a guardar la patata ardiente en la nevera de las urgencias aplazables.