Pocas horas después de que empezara el verano el pasado lunes, muchos de los lectores de este comentario estaban viendo un partido de fútbol en la televisión entre un equipo con camiseta roja y otro con camiseta blanca. El partido estaba disputándose en la ciudad sudafricana de Johannesburgo y había empezado a las 20.30 (hora oficial peninsular). Mientras veíamos el partido, disfrutábamos —por fin— de agradables temperaturas y de un día largo y luminoso: era el solsticio de verano y, por tanto, el día en el que el Sol está más tiempo por encima del horizonte. Efectivamente, el Sol había salido en Valencia a las 6.35 y se iba a poner a las 21.32 (durante la segunda parte del partido), por tanto, de las 24 horas, prácticamente 15 habían sido día y solo 9 horas, noche. Pero si nos fijábamos en el estadio donde se estaba jugando el partido, era ya noche cerrada desde antes de su inicio. Allí, se había puesto el Sol cuando aquí eran las 17.25 horas. Contribuye a este hecho que la ciudad de Johannesburgo está situada 28.5º al este de nuestro meridiano y también, que ese día había sido el más corto del año en esa ciudad, con una duración de 10 horas y media (frente a 13 horas y media de noche). Además, el público y los jugadores del banquillo iban bien abrigados. En Johannesburgo acababa de empezar el invierno. Las estaciones son consecuencia de la inclinación del eje de rotación de la Tierra con respecto a la perpendicular al plano de su órbita alrededor del Sol. Esta inclinación produce que la radiación solar incida sobre la Tierra con ángulos diferentes en las distintas estaciones (menores en invierno y mayores en verano). En cualquier caso, el partido acabó 2 a 0 y seguro que este hecho, junto con la entrada del verano, fue para muchos motivo de alegría.