Tengo dos grandes amigos que entre sí, hombre no diré que se detesten, pero no se aprecian demasiado. Sin embargo, si se conocieran bien (incluso a si mismos) se darían cuenta de todo cuanto les une y todo lo que les separa (dirán ustedes que les une que tienen pilila como-casi todos los hombres, etc.) Pero no me refiero a las cosas que sin duda establecerían una atracción (tampoco estamos hablando de mariconadas) y las otras que es posible que establezcan una repulsión.

El agua y el aceite por fin mezclados: uno es Manuel Saez y el otro Manolo Rey. El uno es la luz y el rigor del pensamiento digamos lo racional (aunque tiene también su aspecto inconsciente). El otro es lo oscuro del inconsciente donde aparecen fogonazos de razón. Una característica que los hace únicos e iguales es que siempre llegan hasta el final en su viaje, pero para ellos tienen distinto y complementario significado camino y destino.

Lo que cuenta en Saez es el destino. Le encargaron un suelo cerámico para la universidad de Castellón y decidió hacer un guante. ¿Por qué un guante? Por motivo que él cuenta a todo el mundo: es alérgico a las pinturas —¡un pintor alérgico a las pinturas!— y tiene que usar guantes para pintar. Bueno pues para diseñar el mosaico gigantesco de Castellón dibujó, seguramente, miles de guantes. Hizo serigrafías. Fotografías, apuntes, bocetos, proyectos, hizo mercadotecnia, hasta tengo la chapa verde turquesa claro que hizo del puto guante. Sólo le faltaba: bueno no lo digo. Lo importante en Manuel es el proceso, el camino, pero esto que digo referido a sus espectadores y seguidores, pero a él lo que le interesa es el destino, el final del trayecto.

En cambio, a Manolo Rey lo que le interesa y de lo que se nutre principalmente es del proceso, ese proceso alquímico de poner capa tras capa de negro, aguada —ya que utiliza aguarrás como disolvente y el resultado es mate-mate), y yo le digo que si lo hiciera con el producto industrial que yo uso el resultado sería el mismo. Pero a él no le interesa el resultado, sino el proceso que es lo que le sirve, lo que lo transforma como persona. Él dice que le influye mucho San Juan de la Cruz y la noche oscura y todo ese rollo, pero lo que de verdad le influyes el aguarrás— veladura tras veladura. Ahora, para sus espectadores y seguidores, menos que los de Saez lamentablemente, lo que cuenta es el resultado, el destino. No quieren entender nada sólo les interesa la belleza del cuadro, en Manuel Saez los suyos se interrogan por la enigmática imagen.

A ver que día consigo juntarlos en Aquarium y nos hacemos Manolo y yo unos martinis secos y Manuel que se haga un agua con gas, de la que yo daré un sorbo de vez en cuando para desempalagar .