No sé si saben que el sábado pasado, como es habitual por la noche, y desde hace algunas temporadas, el mundo volvió a girar con la misma desgana o con el mismo brío, dejando su estela de pequeñas catástrofes, de enormes pérdidas, de amores frescos, recién descubiertos, de odios, de corruptelas, de personas que se echaron a la calle en busca de un restaurante para celebrar algo, de otras que se echaron a la calle rebuscando algo entre los contenedores, de gente que fue al cine, de gente que sufría en el hospital, incluso de gente que se quedó en casa para celebrar que estaba viva, o certificar que estaba muerta viendo La Noria. Las palabras integridad, decencia, honradez, desinterés, no son conceptos que podamos unir sin sonrojo a algunas cadenas. Hacerlo hablando de Telecinco no sólo es una atrevida extravagancia sino un ejercicio de cinismo y audacia sin límites. Si cerramos más el objetivo y hablamos de La Noria, la cosa es insultante. Por eso, el sábado pasado, en un ejercicio de hipocresía y cinismo, en La Noria, algunos obreros de ese basural incansable que marchita cuanto toca, trataron de justificar la pantomima solidaria y reivindicativa pidiendo el premio Nobel de la Paz para la Fundación que lleva el nombre de Vicente Ferrer, un hombre bueno que trató de dignificar con su trabajo y entrega la vida de los demás, justo lo contrario de lo que hace esa cuadrilla de destripadores, analicen el roto corazón mercantil en el apartado de sociedad o carguen las armas de su maquiavélico discurso ideológico para que sea imposible el encuentro, el consenso, el diálogo, el debate, y no el monólogo y el exabrupto como parte del espectáculo.

Por eso, Isabel Durán, a la derecha del padre, en un momento de la desinhibida euforia hacia la Paz y, mira qué casualidades, buenrrollista, término acuñado por los desatados ideólogos de la caverna que aúlla en lejanas galaxias de la TDT, dijo estar agradecida por contar con ella en un programa que, lo intuía, sería considerado no correcto porque la idea partía de La Noria. Por una vez estoy de acuerdo con esta señora con la que no es fácil estar de acuerdo. También, para que el esperpento no tuviera fisuras, sacaron de la sacristía a José Bono, que beatífico y empalagoso fue recordando sus encuentros con el hombre que luchó por los más pobres de los pobres en India, y citó como un meapilas de baba relamida las glorias de Cristo, que anunció que seremos juzgados por la acción y no por los golpes de pecho, y por eso es bueno dar de comer al hambriento y bebida al sediento, y posada al viajero, en fin, que con la verdad se va a todas partes, y también a La Noria, remató la tercera autoridad del Estado, que por chiripa no compartió plató con Carmen Martínez Bordiú. La nieta de Franco no acudió a La Noria a pedir el Nobel de la Paz a Vicente Ferrer, como sí hizo Mercedes Milá, sin duda en horas bajísimas ya que la vemos en todas las puses de la cadena, acudió a lo que hay que ir a La Noria, a cobrar por decir chorradas, a montar un poquito de polémica, a aprovecharse del chulo de su hermano, el tal Jaime Martínez Bordiú, y a entregar otro capítulo inédito de su boda con José Campos, es decir, una mujer con la cabeza en los hombros.

La pandilla de Tonterías las justas debería tomar cartas en el asunto y unirse al justo clamor. Sería una forma de asegurarse, si es lo que pretenden, de que el Nobel no se lo darán a un hombre que se lo merece. Pura cuestión de credibilidad. La que tenía como humorista Florentino Fernández la está dilapidando en esa tontada de programa que Cuatro se empeña en mantener para el cinco por ciento de la audiencia, una cantidad sorprendente que se apaña con una hora de saltos, baladronadas, y estupideces de las muchas que se ven en la red. He tratado de aguantar el por culo de esa cita infantiloide y hasta El hormiguero me parece más intenso y currado. ¿Qué ven los espectadores que ven Tonterías las justas para quedarse mirando lo que yo veo como una gilipollez que me echa para atrás? ¿Es suficiente que Anna Simón, la florero en nómina, se vista con falditas rabicortas? ¿Es suficiente que Dani Martínez haga el ganso en la sección 4 en ranquin y diga muchas veces tontaco, gordaco, y abra los ojos espantado y golpee a Flo, que también hace el mameluco barrigón sin puñetera gracia? ¿Es suficiente que Pablo Motos, el gurú de la televisión boba, atontada y lela, esté detrás de esta sucesión de momentos hueros que los toca pelotas de Sálvame llevan a cotas de magisterio por ahora no superado? No lo sé. Tonterías las justas me resulta tan deprimente y repulsivo como el cinismo y descaro con que La Noria, travistiendo a Jordi González de presentador de guante blanco, se pone digna y habla de solidaridad y niños necesitados en Anantapur.

No sé, pero si los políticos tienen que acudir a La Noria, los escritores han de hacer el payaso en El hormiguero, hay clientela que comienza la tarde viendo Tonterías las justas, Vicente Ferrer comparte sumario con cualquier vivales o con el último canalla elevado a la categoría de modelo social, Gloria Serra nos enseña casas en 3D que no bajan de los 14 millones de euros aunque son habitadas sólo por dos bípedos, y luego, siguiendo con la crisis, da consejos para ir a la última con vestidos florales rebuscados en el mercadillo por 50 euros, y además Obama llama a Zapatero para darle un beso en el morro ante el mundo atónito, aterido y sin fuelle, y en el Congreso se aprueba una reforma laboral que le encanta a Esperanza Aguirre porque va, dice, en la buena dirección, y a los socialistas no se les caen los implantes de pelo a capazos, y Rajoy se enciende otro purito para celebrar el festín que ya cree ganado, y Junior acepta ladrar en público contra sus hijos, sus enemigos íntimos, que a su vez le taladran la yugular con querellas, en vez de vomitar sobre el traje de Santi Acosta, si todo esto es así, sólo faltaba la choni que inaugura los veranos recordándonos que la edad puede reblandecer la mollera, pero la silicona hace milagros en las tetas. Viva Ana Obregón.

VAMPIRILLOS

Antena 3, loquita por hincarle el diente a algo, y que le salga bien, ha creído encontrar carnaza en la moda, efímera, de los vampiros. Hasta Jorge Fernández, en un especial de La ruleta de la suerte, pilló disfraz. Pero la audiencia no traga. La cadena suprimió la segunda entrega de No soy como tú, la de vampirillos españoles con el guapito Nicolás Coronado, por el Alejandro Magno de Oliver Stone. Hala, chicos, a la escuela.