¿Ampliamente secundada, o seguida sólo de modo parcial y forzado? Como la huelga ha sido contra el Gobierno, su éxito sería un puñetazo en la cara. Pero como los huelguistas forman parte del soporte social del Gobierno, el fracaso le golpearía por debajo de la cintura. O sea, que el Gobierno pierde siempre, pero también cabría decir que nunca pierde del todo. En cuanto a la oposición, ocurre igual, al revés: ganaría con el triunfo de la huelga frente al Gobierno y ganaría con el fracaso de los sindicatos, aunque también podría leerse a la inversa. Siguiendo el facilón discurso de moda, deslegitimador de las instituciones (gobierno, oposición, sindicatos, patronal), siempre cabría decir que pierden los españoles —una rémora a la recuperación— aunque también que ganan —una muestra de su poder de resistencia. Los tiempos son tan confusos que ni la huelga ha querido hablar claro.