Al norte, pongamos que Sé lo que hicisteis. Al sur, Tonterías las justas. Al oeste, El intermedio. Al este, El hormiguero. Todos pretenden lo mismo. Incluso tienen cosas en común. Sus armas aparentes son el humor. Pero el sur y el este huelen a otra cosa. Sí, es humor, humor idiota. Es un humor huero, inane, ese que quizá te haga sonreír y con las mismas se desvanece su recuerdo. Gracias a programas como estos, y alguno más que forman la componenda de los necios, cala el gota a gota de lo chorra, memo, bobo, el juvenil retozo en el páramo de la imbecilidad aceptada, descodificada, ungida con el hisopo infalible de una audiencia a la que se infantiliza no sé si con estrategia calculada pero sin duda con efectos corrosivos. Al sur, Tonterías las justas. ¿Qué vemos en el programa vespertino de Cuatro? Vemos a un tipo, Florentino Fernández, que ejecuta un guión sin fundamento, puro aire, y al que se ve obligado a dar vida poniendo caras de payaso desorientado, supliendo las graves carencias de algo parecido a la inteligencia con simplezas y astracanadas de aprendiz. Observen a sus colegas, a Dani Martínez, al parecer con un currículo de cierto prestigio como imitador y humorista en programas en los que el guión no le exigía ser tolili ni tontaco, ni poner gestos de lelo sin recursos. En el otro extremo de la mesa, Anna Simón. No sé qué pinta ahí, aunque también hace guiños exagerados, bizquea, saca la lengua, y aunque no salta en la sección estrella, 6 en ranking, la sacan con generosos escotes. Quizá eso sea suficiente.

Hermanado, pero hacia el este, adocenados por su propia inconsistencia, reina el padre putativo de los tontacos en El hormiguero de Pablo Motos, ejemplo alucinante y para mí alucinado de infantilidad social. Y está calando. Hay que reconocer que el espíritu de este fatuo programa, consolidado y muy rentable para la cadena, ha sabido captar el momento crítico de nuestros días en el caladero de una juventud capaz de meterse la vida por la nariz, pasarse horas tocándose los huevos frente a la pantalla de juegos, y creer que ser ganso e inútil y borrego es una cualidad en positivo, un mérito destacado que tendrán en cuenta los que por ejemplo eligen quiénes sí y quiénes no entran en cochineras como Gran Hermano e incluso, delirando como seres erráticos, hacer de su absurda existencia, de su mala educación, de su inadaptación, de su avara ignorancia, una razón de peso que los eleve a categoría destacada si tienen la fortuna de aparecer unas semanas como carne de rancho en El campamento, material de derribo que le llega de las cloacas ciudadanas a Pedro García, un hermano mayor que trata de enderezar a un rebaño maleado en casa con la ayuda inestimable de programas que tocan no la fibra de la estimulación del criterio, la reflexión, la instrucción liberadora, el conocimiento y el sentido de la medida sino la inanidad de una vida de pavos que se ríen viendo vídeos de caídas o de ancianos que tratan de manejarse en Internet, convertidos en mofa, como la bloguera Águeda de Tonterías las justas.

No es que al norte, frente a los perracos, tontacos, esos que cantan les molo, les molo, soy un tolili, pero voy a la disco y pillo, pongo cara de cachorrillo, y con eso fijo que pi, pi, pillo, toli, auuú, nos encontremos la elegancia, el refinamiento, los nutrientes mejor seleccionados de la parrilla, no, en el norte nos encontramos, a la misma hora, también apostando por el humor, con Sé lo que hicísteis. Pero no hay color. En lo de Patricia Conde y Ángel Martín, mascarones de navío en el que también navegan Miki Nadal, Dani Mateo, Alberto Casado, o Berta Collado, mas el reciente Ricardo Castella, que de nuevo ha encontrado su sitio tras su pifia en Antena 3, se maneja la ironía, se trasiega con la crítica, se estimula la opinión, estímulos que alcanzan un grado aún superior si nos acercamos a los dominios del oeste, donde dicta lecciones de entretenimiento con sustancia, de coherente posicionamiento ideológico, y de humor con gotitas de veneno que dan la espalda a la flatulencia cerebral, El intermedio de El Gran Wyoming, una misa festiva y laica en las antípodas de su adversario natural, Pablo Motos el liviano. Humor adulto e instructivo frente a payasada ñoña que hasta hace nada se enredaba en disquisiciones reveladoras para saber si aquello era codo o culo. Ya me entienden. Lo infantil no es ni bueno ni malo. La bola de cristal era infantil, juvenil, pero qué grande. Lo infantil y juvenil no está reñido con la calidad. Infantilizar a tipos de 30 años con naderías es fomentar lo cretino, hacer de la estupidez una categoría de espectador.

Cerca de esos puntos cardinales hay enormes eriales, descampados de azufre y vinagre, basureros disputados por aves carroñeras, y en el centro de esa geografía delimitada, usted, eso que solemne y hueca llama Mercedes Milá la audiencia soberana. O nos acorralan con un humor de pedo, caca, culo, y pis, infantilizando a los espectadores, cada vez más tarugos, simples, primarios, perfectos para una maquinaria sin escrúpulos, o nos ofrecen altas dosis de cicuta en forma de programas zafios, maleducados, rudos, haciendo de la audiencia una audiencia primitiva, burra, sin clase, inculcando modelos, elevando a categoría de canon de la elegancia y el buen gusto el dictado por cadáveres envarados como Carmen Lomana y sus fantoches. En el terreno de la audiencia infantilizada y la audiencia embrutecida se mueven los que sacan tajada. Cuando una y otra coinciden en la misma persona, es la bomba. ¿Hacia dónde tirar? Bueno, tampoco hay que ponerse tan dramático. Hay alternativas. Pero no escape hacia el territorio comanche de las nuevas emisoras conocidas como las tedeté, con trampas casi letales. En la mayoría, o te toman por imbécil ideológico o te echan las cartas. No sé qué es peor. No se apuren. Que siga la risa. Marujita Díaz busca cadena para su Telediario Chimpún. ¿Y qué? Si hay público para los tontacos del pa pa panamericano y para el Telediario de Intereconomía, por qué no va a triunfar Marujita.

Entre tergales

A ver, una cosa es que 3D, el vespertino que se mantiene como un jabato en la parrilla de Antena 3, después de los quito y pongo, y vuelvo a inventar y quitar que ha sufrido su desnortada programación, pretenda tener un aire de clásico, educado, y elegante magacín, a lo que ayuda la serena discreción de Gloria Serra, y otra que vistan al joven Roberto Leal, su risueño copresentador, con pantalón de tergal, correa, y camisa.