Estoy dispuesto a obedecer ciegamente la consigna de Zapatero respecto a la necesidad de apretarse el cinturón para hacer frente a la crisis. Pero exijo una contrapartida: que él y sus ministros, paniaguados y pelotilleros dejen de mosconear por el mundo sin otro objetivo que salir en la foto, viajando con billetes de primera o en aviones especiales que pago yo con mis impuestos. Que él y sus ministros financien sus vacaciones de su bolsillo como hacemos todos los que vivimos de nuestro trabajo. Que paguen el alquiler de sus pisos o los compren con su peculio particular, como cada hijo de vecino. Que no carguen su vestuario en la cuenta de gastos sin justificar del ministerio o enchufe político. Que no utilicen el coche oficial que les pagamos todos para desplazamientos que no correspondan a las exigencias del cargo. Que todo el socialismo rampante mande a sus hijos a estudiar a la enseñanza pública, como hacemos los trabajadores que ellos dicen representar.

Que el juvenil capricho ministerial, señorita Aido, remita a su novio de vuelta a Andalucía con sello de urgencia, y allí se busque un trabajo que no dependa del presupuesto, y si se quiere quedar en Madrid para tenerla contenta y satisfecha, que lo haga pero sin subvención del Gobierno. Que la vicepresidenta deje de estrenar vestidos à gogo, porque, aunque los pague con su sueldo, como socialista da un ejemplo deplorable. Y ya que el señor ZP lo hace todo por amor a la famélica legión, que recorte su sueldo millonario y se conforme con un sueldecito decente, sin redondearlo con gabelas y chollos procedentes de partidas emboscadas en los presupuestos del Estado. Y haga otro tanto con sus ministros y demás cargos de confianza, que son miles, porque tiene enchufado a medio país por razones de amistad, militancia o simple nepotismo.

Y finalmente, y no por ello menos importante, que escriba un millón de veces en la pizarra: «No dispondré del dinero de los contribuyentes para mis fechorías políticas.» Porque soplarle 472 millones de euros al Partido Nacionalista Vasco, para que le vote los presupuestos que le permitirán cabalgar a nuestras espaldas un año más, es una autentica fechoría y más en la situación de ruina que vive el país. Comprar su permanencia en el poder con los dineros que nos pertenecen a todos los españoles clama al cielo y demuestra lo que es capaz de hacer para no bajarse del machito. Dénos el presidente ejemplo de austeridad, o calle de una vez, pero que antes nos diga a cara de perro que lo único que le importa es el poder, y España y los españoles se la traen al fresco. Y que por eternizarse en La Moncloa vendería su alma al diablo con la misma facilidad que ha dejado con el culo al aire a su lehendakari Patxi López y a Basagoiti, que creyeron, los muy ingenuos, que respetaría el pacto PSOE-PP para liberar a las provincias vascongadas del miedo a ETA, después de tantos años de sufrimiento.

Cuando Zapatero haga todo eso y algunas cosas más que me callo, no por caridad sino por prudencia, tales como las dádivas a sus amiguetes Evo Morales, Hugo Chaves, Fidel Castro y otros demócratas de pro, entonces, sólo entonces, prometo que yo suprimiré de mi mesa el solomillo de ternera que cae sobre ella de uvas a peras, los dulces de los fines de semana alternos, la botella de Estola (magnífico y económico vino albaceteño) que me dura siete u ocho días, el bote de fabada El Litoral y los higos de Lietor, y mandaré a un roto para un descosido, para que me la adapten a mi volumen actual, toda la ropa que se me ha ido quedando pequeña en los últimos veinte años, y que guardaba por si algún día estallaba la mundial o nos gobernaba un Zapatero cualquiera. Y prometo también que en vez de la camisa y el pantalón que me suelo comprar cada año en las rebajas de verano de El Corte Inglés, vestiré andrajosamente, buscaré la felicidad del paria que duerme debajo de los puentes y cultivaré telarañas en el galillo como Carpanta, hijo del pincel de mi antiguo colega Escobar que gloria haya. En cuanto al fumeque, hace ya cinco años que lo dejé para que ZP, que me han asegurado que se infla de fumar de sobaquillo, cesara de darme la tabarra, propiciando con su campaña antitabaco que me trataran como a un delincuente si encendía un cigarrillo en público.

Hasta ahí llega mi capacidad de ahorro, y conste que reconozco que, comparado con los cinco millones de españoles en paro, soy un privilegiado. Ésos, los pobres, víctimas de las nefastas políticas económicas del gobernante más lamentable que ha sufrido este país, la única manera que tienen de ajustar sus gastos es dejar de respirar para ahorrar oxígeno.

La gran pantomima. Comisiones y UGT han quedado peor que Cagancho en Almagro. La huelga del 29 apestaba a apaño entre los sindicatos y el partido en el Gobierno. Todo hijo de vecino en sus cabales ha entendido que aquello fue una pantomima. Que los dos otrora grandes sindicatos, reducidos a los liberados que viven de la dádiva presupuestaria, no podían morder la mano que les da el pan. Ni la anacrónica violencia de los llamados piquetes informativos —para informar ya están los medios de comunicación— puede paliar la sensación de ridículo que han dado Méndez, Toxo y Zapate-ro. Unos partidos y unos sindicatos subvencionados por la banca, que ya en tiempos de Termes nos decía a los periodistas que la democracia le estaba costando un ojo de la cara, no tienen más salida que buscar otras fórmulas de financiación más honestas y actuales.