Pozales de agua. Tirábamos pozales de agua en un abrigo de nueve metros de ancho y tres de profundidad y aparecían los arqueros, ciervos, toros, cabras y las figuras femeninas. Alrededor del sexto milenio antes de nuestra era se realizaron las pinturas. Estos días se celebra el centenario de su hallazgo. En la Cueva de la Vieja en Alpera y siendo todavía un niño de cinco años fuiste por primera vez espectador de un acto de magia. Más tarde y en la ciudad, a través de una diapositiva del profesor J. F. Ivars, conociste los «grandes caballos azules» que Franz Marc pintó en 1911, al año siguiente de descubrirse las pinturas rupestres de la Cueva de la Vieja. Una mirada azul, un precubismo con toques líricos que te acercó al arte de vanguardia. Y claro, muy cerca de casa, estaba el estudio de Miquel Navarro en la Morería. Sus piezas te enseñaron la vinculación entre el amor a la tierra y las novedades técnicas de las formas. Una Mislata agraria e industrial que ya no existe, con sus acequias, chimeneas, fábricas de chocolate y de papel de fumar. Unas esculturas que eran la evocación de la infancia y después llegó la verticalidad de la Pantera rosa, el Parotet y recientemente, en Mislata, Almassil. Y ahora, tu capacidad de asombro revive, con las performances y los juegos interactivos de Dora García que descodifican las infinitas relaciones entre el sujeto y su contexto, las fronteras entre la ficción y la realidad. En Luz intolerable consigue que una intensa luz deslumbre al público, en Habitaciones cerradas nos sitúa ante el enigma de unos espacios cerrados, sin saber lo que hay dentro porque si intentamos entrar se destruye ese interior no visible. Un umbral abierto a todas las posibilidades.

Frente a esas potentes metamorfosis del lenguaje plástico en el que es tan fácil encontrar una epifanía o un consuelo, el lenguaje político entre ­nosotros es demasiado proclive al bloqueo y a la decepción. Sin embargo, el rápido proceso de renovación de la clase política británica después de Tony Blair y Gordon Brown abre un camino de esperanza. Al Gobierno conservador-liberal, con el primer ministro David Cameron y el dirigente liberal Nick Clegg, ahora se le suma la reciente elección de Edward Miliband como máximo dirigente del laborismo británico. Una renovación y una alternancia política que muchas veces desde aquí miramos todavía con cierta sorpresa. Una de las asignaturas pendientes de nuestra democracia es precisamente la de las alternancias tranquilas de los principales partidos en el gobierno de la nación. Se nos enquistan las situaciones políticas y tenemos poca fluidez en la renovación de los liderazgos. El pasado domingo, la victoria en las primarias de Madrid de Tomás Gómez frente a Trinidad Jiménez, candidata de Zapatero, Rubalcaba y Blanco, ha supuesto la clara desautorización con los votos del PSM de la dirección socialista. Las próximas elecciones catalanas de noviembre apuntan a una victoria de CiU y a un desastre electoral para el PSC. El horizonte también puede ser desolador para el presidente del Gobierno en las elecciones locales y autonómicas de mayo del año próximo.

Un Gobierno en creciente desgaste y caída libre en las encuestas, con una situación económica bloqueada y en continuada destrucción de empleo que extiende el pesimismo en la sociedad española. «Apuesto a que las flores del cerezo caen elegantemente porque saben que florecerán al año siguiente. De lo contrario no se dejarían caer», dice Hirokazu Koreeda. La caída de las hojas… ¿traerá la renovación? o ¿se mantendrá la maldición de la Moncloa en las segundas legislaturas de ser un búnker de ocurrencias y espectáculos circenses fuera de la realidad? Como afirmaba Anatole France: «La oscuridad nos envuelve a todos, pero mientras el sabio tropieza en alguna pared, el ignorante permanece tranquilo en el centro de la estancia.»