En nuestra edad escolar aprendimos que tal día como hoy del año 1571 tuvo lugar en Lepanto la victoria naval española «más gloriosa que vieron los siglos», según el testigo de excepción que tomó parte en la batalla, quedando tullido en ella Miguel de Cervantes. También que mandaba la escuadra el hermano de Felipe II, don Juan de Austria y el papa Pío V, para que la cristiandad guardara perpetua memoria, instituyó la fiesta de la Virgen del Rosario. Porque aquel acontecimiento suponía librarse Europa del grave peligro turco que la amenazaba.

Sin embargo, lo que no decían aquellas viejas «enciclopedias» que estudiamos es la notable participación en ella del Grao de Valencia. No con soldados, aunque también, sino con barcos construidos en los astilleros del Grao. Lo que no debe extrañar sabiendo que el mar es parte de la esencia valenciana y sus construcciones navales gozaron siempre de prestigio. Y que en este éxito de carpinteros y calafates valencianos colaboró también el arzobispo de Valencia Joan de Ribera, gran amigo y consejero del rey, acudiendo diariamente a los astilleros para incentivarles con regalos. Incluso más de una embarcación fue costeada por él.

También el arzobispo fue de los primeros en informarse de la victoria por sus propios mensajeros y de celebrarla con una solemne función religiosa en el convento de Santo Domingo; después de oficiar un solemne funeral por los soldados valencianos que perdieron en ella sus vidas e inscribirse en la cofradía del rosario del mismo convento con numerosas familias del Grao. Guarda el Archivo del Real Colegio Seminario de Corpus Christi, fundado por el arzobispo, una «Relación» con la carta que la ciudad de Valencia envió a Felipe II felicitándole por la victoria, que empieza así: «Señor con letras de oro debiera comunicar a V. M. el regocijo que en esta ciudad tenemos, y escribirlo en láminas de bronce para memoria de los siglos venideros, de la mayor victoria que han tenido las Armas de su Magestad Cesárea…» Pero lo novedoso actualmente en esta fiesta del rosario, y conviene recordar, es el notable protagonismo alcanzado por el capellán de la Iglesia del Patriarca, don Gonzalo Gironés Guillem, feliz creador del denominado «rosario valenciano». El estreno de su rezo público por las calles de nuestra ciudad ya tuvo lugar tiempo atrás, colaborando el Centro Mariano de Valencia a su difusión. Y la novedad que ofrece es la tanda de cinco misterios, llamados «iniciales», que añade a los tradicionales «gozosos», «dolorosos» y «gloriosos» que permanecían invariables desde su aprobación por el papa Pío V hace más de cuatro siglos. Y son «Iniciales», como prólogo revelador en el Antiguo Testamento a la futura venida de Cristo.