Los políticos ocupan demasiado espacio, en los medios de comunicación, para tan poca política como se hace. La culpa no es de ellos, sino del exceso de horas de televisión que hay que producir a base de saliva, que es lo más barato, y de las miles de páginas impresas que hay que llenar como sea. Deberíamos cuidarlos más, nosotros que solemos usarlos para divagaciones de papel o desatinos de tertulia, y más aún quienes viven de fabular acerca de ellos, que no es mi caso. Porque gracias a los políticos conseguimos, por ejemplo, ocupar un espacio en los periódicos aunque, como suele ocurrirles a ellos mismos, no tengamos nada que decir. Resulta apabullante la hegemonía de la política en los medios, y lo fantásticas y novelescas que resultan a veces las interpretaciones de muchos de esos eventos públicos.

Siendo como son los protagonistas de los medios, y teniendo que aguantar a veces juicios paralelos no siempre atinados, y todo tipo de atropellos dialécticos, sería muy correcto que tuvieran su SGAE particular. Y cobraran también por mención, lo mismo que Serrat o Manolo Escobar por la difusión de sus músicas. De alguna manera, los políticos constituyen un soporte publicitario: las controversias que protagonizan son también un pretexto para insertar anuncios. Justo sería que cuando les cortan la entrevista en «La Noria», aparcando la declaración conflictiva para después de la publicidad, se llevaran los pobres un porcentaje. O eso o instaurar, a modo de indemnización por los daños causados, el Día del Político Incólume, jornada en la que sólo recibirían elogios en compensación por los palos que suelen llevarse el resto del año. Palos mayormente inmerecidos, por más ovejas negras que pululen, si hubiera alguna formula precisa para contabilizarlos. A ver qué agente mediático no ha difamado, calumniado o vituperado alguna vez , y gratis además, a algún diputado, concejala o dirigente.

Sólo Belén Esteban supera, en el mundo digital, la apabullante presencia de lo político, a juzgar por los datos de audiencia de Sofres. Tres millones de almas siguieron el viernes el drama del marido corneador de la Esteban en Tele 5, a pesar del España–Lituania que se jugaba en La 1. Fran el camata triunfó tambien en Cataluña y en el País Vasco, así que sugiero un nuevo debate sobre la influencia de Belen en la unidad de España. Los medios se han puesto estos días las botas, con el nuevo episodio de esta chica y con el desenlace de las primarias de Madrid. La estructura de esta superabundancia de opinión es muy semejante en ambos casos, y sus herramientas maestras también: embarullar lo evidente hasta hacerlo irreconocible como pretexto para volver sobre ello, fabricar sangre a raudales donde sólo hay rasguños. Por eso la tertulia de Pedro J. Ramírez hubiera podido diseccionar durante horas la última peripecia de la Esteban con la misma eficacia de «Dónde estás corazón», y centrarse «Sálvame de Luxe» en elucubrar sobre el éxito de Tomas Gómez.

En Tele 5, los hacedores de la Esteban han descubierto un nuevo formato muy adecuado para tiempos de crisis: narrar una historia interminable con una admirable economía de medios. Aquí no hacen falta guiones, ni vestuario, ni rodajes, ni costosos decorados, ni nada de nada. El caso de Belén es irrepetible, de momento, a no ser que Felipe se divorciara de Letizia dejándola sin pensión y sin tiaras, y la pobre tuviera que volver a los platós, esta vez a largar, y no las noticias de la actualidad precisamente, como hacía. Pero los mayores disparates se han dicho a propósito de Zapatero y Tomas Gómez. Las primarias de Madrid han introducido el factor apuesta que tanto gusta aquí, y han producido una fabulosa cantidad de impactos publicitarios para el PSOE. Un proceso político extraordinariamente ejemplar, para lo que estamos acostumbrados. Sobre Belén se expanden los consejos acerca de como afrontar su nueva condición de vikinga. Y a cuenta de la victoria de Gómez se especula ya con la defunción política de Zapatero, un desatino muy propio de quienes confunden una simple comunidad, aunque sea tan importante como la de Madrid, con el resto de España. Deberían salir más de tournée por provincias, los opinadores de la capital.

Belén y Zapatero, los reyes mediáticos de la semana, se parecen por ser dos triunfadores salidos de la nada, o de muy poco. Pero sobre todo por lo mucho que han conseguido que se hable acerca de ellos, habiendo en el fondo tan poco qué decir. Ella es ganadora de audiencias, y va de princesa del pueblo, titular que por reacción me vuelve a mi furiosamente republicano. Y él ha tenido que renunciar a ser Robin Hood, y ya no reparte nada. La síntesis ideal ante las desmesuras de estos días sería Belén Esteban en las próximas listas de Zapatero. Así tendríamos muchos un motivo más para no votarle.