Imaginen por un momento que a la estación ferroviaria de Valencia le quitan los rótulos y los sustituyen por otros con el nombre de L'Horta. Y que la misma sustitución se produce en las hojas de horarios, en los billetes, en la web de Renfe, en las taquillas y los puntos de información. Que la megafonía anuncia un tren de Barcelona a Alicante con paradas en Tarragona, Castelló y l'Horta. Miles de pasajeros se desconcertarían, ¿verdad? Andarían de un lado para otro preguntando qué tren hay que coger para ver el Micalet.

Imaginen semejante cambio en otras localidades. La estación de Valladolid, como Campiña del Pisuerga. La de Burgos, como Alfoz. Y la de Ciudad Real como Campo de Calatrava. Los viajeros irían por la red ferroviaria con un diccionario de equivalencias. ¿Va a Albacete? Busque por la Ll de Llanos. De Llanos de Albacete, nombre de la comarca manchega donde se encuentra la ciudad. Estas cosas podrían ocurrir si los entes gestores de los ferrocarriles aplicaran a todo el territorio el nuevo método que están usando para bautizar las estaciones del AVE en Cataluña. Si la de Lleida se denomina Lleida-Pirineos, a pesar de hallarse en medio de un llano y a 150 km de la estación de esquí mas cercana, y la de Tarragona recibió el nombre de Camp de Tarragona (quizás para disimular los 10 km de distancia a la ciudad), la que va a ser estación de Figueres ya tiene pegadas a la fachada las letras de Alt Empordà, porque así se llama la comarca de la que es capital.

El ayuntamiento de Figueres se ha apresurado a poner algún grito en algún cielo, argumentando lucro turístico cesante. Pero Figueres tiene la oposición de Vilafant, municipio cuyo término recibe los andenes, que no quiere que el vecino se quede con todo el nombre. Los del tren han tirado por la calle del medio, para disgusto de todos y quizás para daño propio: desorientar al cliente nunca es bueno. Y aunque en Cataluña todos saben donde cae el Empordà, y en España se tienen referencias del Ampurdán, el que desean en Figueres es un turismo internacional.

Pero si de turismo se trata, quizás sea necesario mostrarse más atrevido. ¿Quién dice que las estaciones solo pueden tener nombres geográficos? El principal aeropuerto de Roma se llama Leonardo da Vinci. El de Washington, Ronald Reagan. Y el mayor de París, Charles de Gaulle. Tal vez haya llegado el momento de que la estación de Figueres se llame Salvador Dalí. Este nombre sí que lo conocen en los cinco continentes. Pero, por favor, que en los horarios pongan Figueres, como en los de aviación pone Roma, Washington o París.