Parece que una de las claves del rescate de los 33 ha estado en la cápsula. No se trata de alta tecnología, en el sentido habitual de la palabra, pues es sólo una cabina metálica que se desliza sobre ruedecillas laterales, pero todo en ella es un prodigio de buen cálculo para que funcionara bien y no se atorara en un tubo de 700 metros en su mayor parte sin revestir. Si a esa cápsula, descendida e izada por una polea, se le hubieran metido servomotores, sistemas de ventilación, atmósfera artificial y mucha electrónica (como el cuerpo le pediría a más de un tecnólogo), seguro que habría fallado. La lección es que el buen sentido del diseño, el concepto ingenioso y la simplicidad son la mejor tecnología. Si esta experiencia funcionara como paradigma, y se le empezara a quitar buena parte de la nata a la tecnología que nos envuelve, sería otro bien colateral de la gran aventura humana de 2010.