Lo denuncié más veces, pero me piden que insista con el infame «detrás mío», «detrás mía», «delante vuestro». «Detrás nuestro», dijo un corresponsal de televisión enviado a Chile (no era mi estimado Carlos Franganillo), para referirse al pozo de Atacama, a sus espaldas, mientras salían mineros por un tubo. Me alarma que la titular de Cultura, González-Sinde, contemple esta sintaxis invasora sin declararla catastrófica. «Detrás mía» ha llegado acá, lo he escuchado a una concejala y corremos el riesgo de que el ayuntamiento recalifique la barbarie. Advirtamos a esos desdichados de que no junten el adverbio con el posesivo, que digan «detrás de mí, San José», «detrás de una servidora, Sepúlveda y el diablo», «delante de ustedes, Dios, los ingenieros de minas y el profe de lengua»; que al adverbio lo acompañen preposición y pronombre tónico. No demos la espalda al idioma.